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Los inicios de la navegación a vapor


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Existe una especie de “prehistoria” de la navegación a vapor que se remonta al siglo XVI, es decir, mucho antes del inicio de la Revolución Industrial. Al parecer, hacia 1695 existe documentación sobre un intento, nada más y nada menos, del año 1543 por parte del marino e inventor Blasco de Garay de propulsar una agalera con palas movidas por una especie de máquina de vapor, pero no contó con ayuda económica alguna, y se olvidó.

Habría que esperar al siglo XVIII para que comenzaran los primeros experimentos. En 1707, el militar e inventor francés, Denis Papin, creó una especie de máquina de vapor para propulsar una embarcación.

La primera máquina de vapor moderna sería obra de Thomas Newcomen, que fue modificada para conseguir el movimiento rotatorio por parte de James Watt, el factor clave para poder emplear la máquina de vapor como motor de un vehículo, tanto por tierra (ferrocarril) como por mar (barcos de vapor).

En 1783, el marqués de Jouffroy d’Abbans, botó el Pyroscaphe, un barco de vapor con ruedas con el que se pudo remontar la corriente del río Saona. Pero el estallido de la Revolución frenó los experimentos.

Por su parte, en el año 1803, John Stevens diseñaba un invento muy importante para el movimiento, la aplicación de la máquina de vapor a una transmisión con hélices, planteando algo para el futuro, al demostrar ya en esa temprana fecha que el movimiento de los barcos debía hacerse no con paletas sino con hélices.

El gran impulso de la navegación a vapor se dará, en ese mismo año de 1803, gracias a la figura del norteamericano Robert Fulton, lanzando al río Sena un barco propulsado con rueda de paletas, movida, a su vez, por una máquina de vapor. Pero el invento en la Francia napoleónica no tuvo éxito, por lo que Fulton decidió regresar a su país para seguir trabajando. De ese modo, en 1807 botó un vapor que recorrió los 240 kilómetros que separan New York de Albany, por el río Hudson. Así nació la primera línea de un servicio regular a vapor, en dicho río. El vapor llevaba ruedas de paletas a ambos lados del casco, un diseño que haría fortuna en las nuevas líneas que se fueron abriendo en los grandes ríos norteamericanos: Misisipi, Misouri y Ohio. Eran los vapores de ruedas, y algunos llevaban como complemento velas. Los vapores de ruedas tuvieron un éxito evidente para la navegación fluvial porque no necesitaban mucho calado, aunque eran muy anchos.

Los primeros barcos de vapor que navegaron por el mar abierto fueron adaptaciones de los barcos fluviales o eran híbridos, es decir, empleaban el vapor, pero también las tradicionales velas. En el año 1819 apareció el Savannah, el que puede ser considerado el primer barco a vapor por mar para cruzar el Océano Atlántico, pero en el mar hubo más resistencia a abandonar las velas. El cambio se produjo, precisamente, cuando se generalizó el uso de las hélices dos décadas más tarde. Eso permitió aumentar el tamaño, la potencia y la velocidad de los barcos. En los años cuarenta se consiguió que la travesía entre Londres y Calcuta, que tradicionalmente duraba varios meses se redujera a seis semanas. Cuando terminaba el siglo XIX se redujo a dos.

Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.

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