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Los godos. Wamba. El hombre que no quería reinar. II


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Después de la derrota de la rebelión del duque Paulo, Wamba tuvo que convocar dos concilios, para volver a regular las relaciones entre la Iglesia y el Estado.

El primero de ellos fue muy especial, pues, aunque se reunió en Toledo, en el año 675 (XI Concilio), sólo asistieron los obispos de la Cartaginense, debido “a la ignorancia que se había apoderado de los corazones”. En él se trataron de nuevo, cuestiones teológicas, se restituyó el código niceno como era habitual y, se pidió una mejor instrucción de los obispos, la unificación de los ritos eclesiásticos, la lucha contra los abusos de estos en los juicios y, contra la simonía (ordenación obispal comprada con dinero o concesión de tierras), que llevaba a muchos obispos a vivir, fuera de los preceptos de la Iglesia. Igualmente se ponía orden en las posesiones eclesiásticas y, se perseguían los robos y, la fuerza que se ejercía sobre los laicos, así como los excesos poco propios de los sacerdotes, incluidos los abusos sobre mujeres. Pero lo más importante, fue que, para dejar constancia de la extensión del reino, se propició el III Concilio de Braga, con la idea de poner también en orden los asuntos eclesiásticos. No debemos olvidar, que los dos concilios anteriores en esa ciudad, se habían convocado aún bajo la monarquía sueva, precisamente para acabar con el priscilianismo y, con el paganismo, en estos territorios. Y ahora el rey godo, establecía la disciplina católica y, demostraba que el antiguo territorio suevo, seguía bajo su jurisdicción.

Paradójicamente, Wamba no controló bien, las consecuencias de su repulsa, al ascendente poder de la Iglesia. El mismo cayó víctima de las leyes divinas, el 14 de octubre de 680, ocho años después. El complot fue toda una historia rocambolesca, que al menos evitó que lo asesinaran. Según los documentos de los que disponemos, el rey enfermó, aunque ya en su tiempo, se concibieron sospechas, de que se le había hecho ingerir una pócima, que lo dejó sin inconsciente, pero que no estaba destinada a matarlo. Debido a su estado crítico, recibió la extremaunción y, se le tonsuró para entrar limpio en la nueva vida, a la vez que se le daba a firmar un documento, por el que elegía como heredero al conde Ervigio, hijo de un griego y de una prima de Chindasvinto (el feroz anciano), todo ello según la “Crónica” medieval de Ximénez de Rada y, pedía a Julián de Toledo, que le ungiese con rapidez. Cuando Wamba se recuperó, la tonsura que había recibido, le inhabilitaba para ser rey y, le obligaba a retirarse a un monasterio, en su caso al de Pampliega (lugar que, como he escrito alguna vez, visité con mi familia, en el verano de 2018).

Es evidente, a todas luces, que el cabecilla de la conjura fue, el después rey, Ervigio y, que estuvo implicado el metropolitano de la ciudad. Un tiempo después, en la “Crónica de Alfonso III”, se aceptaba que Wamba había sido envenenado. El apoyo que Ervigio recibió de la Iglesia, tuvo después sus consecuencias, tal como se demuestra, en los tres concilios, que convocó durante su reinado y, en cuyos cánones, asistimos ya, al preámbulo de lo que fue la tragedia final, del llamado reino godo de Toledo.

Pues eso.

Nacido en 1942 en Palma. Licenciado en Historia. Aficionado a la Filosofía y a la Física cuántica. Político, socialista y montañero.