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La masonería como contramito del franquismo


(Tiempo de lectura: 4 - 8 minutos)

La historia es émula del tiempo, depósito de las

acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo

presente, advertencia de lo por venir”

(Miguel de Cervantes)

Cualquiera que haya leído a Josefina Cuesta Bustillo y especialmente su libro La Odisea de la Memoria convendrá conmigo que memoria e historia son conceptos diferenciados. Así, la memoria representa el pasado que se conforma a través del recuerdo, del silencio o del olvido; está al lado de lo vivido, es continua, se pierde si no se fija, es fragmentada; vincula el presente con el acontecimiento, permite crear un mito, pero también un contramito, que se estructura en torno a quién recuerda. Mientras que la historia divide y recorta periodos, está al lado de la unicidad, su reconstrucción es problemática, es una representación del pasado y un examen de las memorias colectivas.

Frente al recuerdo, están el silencio y el olvido, dos caras de la misma moneda, puesto que donde alguien quiere imponer olvido (poderes, relaciones de grupo, convivencia, convicciones personales, deseo de romper con el pasado), lo único que consigue es institucionalizar el silencio o la amnesia forzada. Pero la memoria, sea verdadera o falsa, real o imaginaria, voluntaria o impuesta, sigue y continúa actuando sobre el presente.

En nuestra historia reciente, se encuentra un ejemplo de una intensa política de imposición por la fuera de una memoria: la dictadura franquista. Desde su inicio, elimina el recuerdo de los procesos democráticos que vive España (Primera y Segunda República), e incluso de todo el periodo liberal, borrando la memoria del siglo XIX y de la primera mitad del XX, sustituyéndola por una propia, donde la historia del Nuevo Estado es continuidad del imperio español, la época moderna, los siglos XV al XVIII, logrando con un juego combinado de eliminación del enemigo e imposición y legitimación del propio poder, la mitificación del Régimen al unirlo a una época dorada que borra de un plumazo ciento cuarenta años de la historia de España.

Esta mitificación que, en definitiva, es un proceso de legitimación, lleva consigo, la deslegitimación del enemigo y, por tanto, del régimen democrático de los perdedores, y de todos los grupos que son identificados con él y que se quiere denostar. Entre ellos, está la masonería que es utilizada, como enemigo permanente contra el que hay que defenderse, creando un contramito.

Y, ¿cómo consigue que la masonería sea un contramito del franquismo?

  1. Borrando de la memoria a la masonería e imponiendo el olvido y si no es posible, el silencio.
  2. Usurpando y sustituyendo la memoria, creando una propia, en un proceso de dominación sobre el recuerdo. Aquí entraría en juego la historiografía conocida como antimasónica que manipula la verdad masónica, relacionándola con ritos ocultistas o satánicos, poderes en la sombra y donde los miembros de la Orden aparecen confabulados con fuerzas extranjeras contrarias a España siendo responsables de la pérdida de las colonias, de su decadencia y de todo lo que considera contrario a sus principios legitimadores, es decir, la contra España.
  3. Secuestrando la memoria masónica para realizar la represión sobre ella. Se crea el servicio nacional para la Recuperación de Documentos que permanece activo durante toda la dictadura, e incluso crean un falso templo masónico en su sede de Salamanca para ridiculizar a la Orden que no se puede visitar hasta después de la dictadura.

Como se ve, el franquismo dedica un notable interés, esfuerzo, proceso legislativo y medios materiales y humanos en la edificación de la propia memoria, mientras destruye la del adversario, realizando una eficaz e imperceptible política de memoria con la que crea un mito: el Generalísimo; y un contramito: la masonería. Iniciándose una política sistemática de destrucción y persecución implacable de la Orden, a la que condena a la destrucción, la manipulación y el olvido. Pero, con todas las dificultades, la memoria masónica española permanece viva en el exilio y sueña con el regreso a España.

¿Por qué el franquismo eligió a la masonería como contramito?

La antimasonería ha estado presente en el conservadurismo español desde los inicios de la Orden en el siglo XVIII. Además, siempre se ha hablado de los supuestos signos paranoides del dictador, acompañados por traumas infantiles y juveniles por un padre ausente, un hermano al que envidiaba por haber logrado el reconocimiento español e internacional por su viaje en el Plus Ultra (ambos masones) y dos posibles intentos de entrada en la masonería, no siendo aceptado porque los masones militares se oponen, al haber aceptado ascensos por méritos de guerra en lugar de por antigüedad.

Aquí, se defiende que la causa principal y verdadero motivo de la creación de este contramito es que el enemigo judeo-masónico-comunista, actúa en el seno de la coalición franquista como un mecanismo regulador de las tensiones y controlador de la disidencia interior de cada facción del régimen. Entra en juego, eso que se conoce como “las familias del Régimen”, y que no son otra cosa que la coalición reaccionaria (monárquicos alfonsinos, monárquicos carlistas, falangistas, ejercito e Iglesia). Unas veces, su invocación como enemigo común podía desactivar los conflictos; otras, sirve como válvula de escape, permitiendo expresar las tensiones por medio de acusaciones de masonería. No hay nada que una más a un grupo creado de forma artificial y con fines bastardos que encontrar un enemigo común que haga olvidar las propias diferencias.

Al franquismo, le sigue, primero, la transición; y luego, la democracia que trae una recuperación lenta e incompleta de la memoria masónica. Se producen algunos actos de recuperación de la memoria de personalidades e incluso la posibilidad de rebatir la idea antimasónica que había hecho mella durante las generaciones que vivieron durante el franquismo. Se abren las primeras logias que desde la República se establecen en suelo español que tienen entre sus miembros españoles; no se puede olvidar, como bien ha estudiado Javier Alvarado que el general Franco permite en las bases americanas el establecimiento de logias masónicas siempre que no se inicien a españoles, en ese juego de doble moral que siempre acompañó al régimen. Pero esta recuperación es incompleta, como es incompleta la amnistía.

Ésta había, en primer lugar, puesto en marcha procesos de lucha contra el olvido y la exclusión; recupera el recuerdo de los condenados, de los silenciados, de los represaliados o de los ausentes. Pero no se ha borrado la causa que les inculpaba y que no era delito cuando la practicaban; no ha habido rehabilitación ni compensación a las víctimas. Los crímenes contra los miembros de la masonería y la propia Orden siguen impunes.

Pero, realmente ¿qué es la masonería?

La Orden es algo profundo, en fondo y forma; defiende una iniciación espiritual que utiliza los símbolos para el desarrollo personal de sus miembros y está anclada en valores laicos, cívicos y solidarios, de los que no son propietarios, sino que mantienen y construyen para el bien de la humanidad.

La masonería desarrolla su propia historia, tiene sus propios mitos, e incluso quiere enraizar sus orígenes con los de los antiguos constructores del Templo de Salomón, de las pirámides o de las catedrales del medievo. Sus símbolos son los mismos que han construido la civilización occidental los últimos seis mil años. Muchas veces reformulados, pero nunca en oposición a otra interpretación u otras culturas.

La memoria masónica enlaza la masonería especulativa con la operativa; y con ella, la creación de mitos, pero no de contramitos puesto que no pretende oponerse a otros, sino únicamente establecer su propia identidad.

La Orden nunca ha sido, ni ha querido ser un contrapoder, o un poder en la sombra, ni ha querido como organización participar en política, ni en religión, a excepción de esos valores culturales y sociales profundamente democráticos que siempre ha estado presente en sus actos siendo constructores o reconstructores de una memoria occidental de las que son parte.

El historiador de la masonería debe rechazar la idea de una masonería amnésica y reforzar con sus trabajos la de una masonería memorística. Hay que reintegrar a sus protagonistas, pero no solo aquellos que han pasado a la historia por su importancia política como Diego Martínez Barrio, Manuel Azaña, Fernando de los Ríos, Juan Simeón Vidarte o Alejandro Lerroux, entre otros; sino también aquellos personajes anónimos que lucharon por construir una España democrática y han creído que un mundo mejor es posible como Eliodoro Arconada Medrano, Rafael Gerona Martínez y esos más de cuatro mil masones anónimos que trabajaron en logias madrileñas entre 1868 y 1939. Pero, además, recuperando patrimonio cultural de la masonería, recuperamos parte del patrimonio español.

Para terminar, no me cabe otra cosa que añadir, que la recuperación de la memoria masónica no es un acto revanchista, como no lo es resto de trabajos en defensa de la memoria histórica, sino un acto de justicia, que quiere poner las cosas en su sitio y lograr que su historia resurja de las cenizas como el Ave Fénix.

Manuel Según Alonso

Funcionario del Cuerpo de Gestión de Sistemas e Información de la Administración General del estado. Actualmente destinado en el Ayuntamiento de Madrid como jefe de Unidad en la subdirección general de Comunicaciones del Organismo Autónomo Informática Ayuntamiento de Madrid (IAM). Doctor en Historia e historia del arte y territorio con la tesis “Masonería y Política en Madrid (1900-1939). Miembro del Centro de Estudios históricos de la Masonería Española (CEHME). Miembro del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid. Libros: La quema de conventos de mayo de 1931 en el Madrid republicano. El anticlericalismo de la gasolina y la cerilla. Saarbrücken, Academia Española, 2015, y La masonería madrileña en la primera mitad del siglo XX. Madrid, Sanz y Torres. 2019.