HEMEROTECA       EDICIÓN:   ESP   |   AME   |   CAT
Apóyanos ⮕

Herder (1744-1803), en cierto modo descubre a Shakespeare


(Tiempo de lectura: 5 - 10 minutos)

Como si un pensamiento valiese más que el mundo

Luis Cernuda

La historia del pensamiento y de la cultura es, desde luego, apasionante. Unos cánones y características que definen un momento dado, se fosilizan, agonizan y mueren en tanto que pueden verse en lontananza los primeros rasgos de un nuevo periodo.

Hay que permanecer al acecho, en guardia, para atisbar primero y percibir después, el nacimiento de una nueva sensibilidad, de un modo diferente de ver y valorar el pensamiento y las coordenadas que llevan a valorar de forma distinta un autor o una época dada.

Consideramos a William Shakespeare un genio, es más, es el paradigma del dramaturgo universal por excelencia y la figura más sobresaliente de las letras en lengua inglesa. Sin embargo, hubo un extenso periodo de tiempo en que fue considerado un ‘bárbaro’ y permaneció marginado por aquellos críticos que se atrevían a definir lo que es y lo que no es cultura.

A veces, la intuición de un intelectual, de un filósofo que utiliza una hermenéutica nueva, es capaz de establecer un cambio significativo en la valoración de un pensador o de un literato.

Johann Gottfried von Herder fue un estudioso que contribuyó poderosamente, con un breve ensayo sobre Shakespeare, no solo a redescubrirlo sino a situarlo en nuevas coordenadas, destacando lo que otros habían pasado por alto. Realizó nada más y nada menos que una formidable tarea consistente en dar forma a lo que se llamó, algún tiempo después, ‘sensibilidad romántica’ y a descubrir claves nuevas u olvidadas y que constituyeron, por primera vez, un intento de comprender la transcendencia del genio de Stratford-upon-Avon.

Hace un par de semanas tuve ocasión de leer y disfrutar del ensayo de Herder sobre Shakespeare. Obviamente, la transcendencia de un texto no depende del número de páginas. Este opúsculo fue sencillamente transcendental. La curiosidad intelectual de Herder, sus diversos saberes y el acierto de sus comentarios son admirables.

El opúsculo es una ‘joya’. Publicado recientemente por KRK Ediciones, está encabezado por un magnífico prólogo, que es en realidad una introducción propedéutica del profesor emérito de Pensamiento Filosófico Español, Pedro Ribas Ribas, que es también el traductor del texto. Un filósofo de indudable interés cuyas obras, por ejemplo, sobre Unamuno merecen leerse y releerse.

El opúsculo apareció a finales del pasado año. Fue compuesto en 1773 y podemos leerlo y disfrutarlo a los 178 años del nacimiento de Herder.

Con una paciencia y perseverancia de araña, podemos apreciar en este breve ensayo cuál es el itinerario que nos ha hecho considerar a Shakespeare, un genio. Es un texto pionero de lo que podríamos denominar ‘prerromanticismo alemán’.

Unas consideraciones sobre Herder pueden sernos de mucha utilidad. Fue un innovador, un ‘rompedor’ que con finura analítica percibió atinadamente que los cánones literarios ilustrados estaban petrificados, no servían para apreciar la nueva visión del mundo que se estaba abriendo paso merced a una sensibilidad naciente. Esa es quizás la causa de que se atreviera a ir más lejos de lo que ningún otro pensador había ido hasta entonces.

Supo apreciar que frente a la frialdad analítica de la dramaturgia francesa: Voltaire, Racine, Corneille… Shakespeare conmueve, emociona, despierta pasiones. En la literatura de este dramaturgo universal hay contradicciones, ambiciones, pasión, desengaño y, por encima de todo, vida.

Cuando se lee o se asiste a una representación de Otelo, Macbeth, Hamlet o el Rey Lear es imposible hacerlo sin valorar los misterios insondables, las verdades profundas de la existencia o el precio que, frecuentemente, hay que pagar por la ambición desmedida, la estupidez o la cobardía. Por encima de todo, Shakespeare es un volcán en erupción. La representación dramática del carro de heno que transporta la vida y la muerte cogidas de la mano.

Herder fue un anticipador, abrió caminos que posteriormente, seguirían otros. Ese es un mérito incuestionable de aquellos hombres que aciertan a entrever lo que está por venir.

Lamentablemente en España es apenas conocido. No sólo porque nos hemos inclinado mucho más hacia lo francés que hacia lo alemán, sino porque de diversos pensadores y creadores germánicos del siglo XVIII y comienzos del XIX solo conocemos una pequeña parte de su legado. Ese es uno de los motivos de nuestra incapacidad para comprender la importancia de ese periodo en lo que más tarde sería Alemania.

Herder fue no solo filósofo y teólogo sino crítico literario. Es importante destacar que gracias a su empuje y dedicación logró que se pusiera en marcha el movimiento ‘Sturm und Drang’. No es muy conocido. Por eso, hay que recordar que inspiró a Goethe entre otros. Su magisterio en esos años era ampliamente reconocido.

Es, asimismo, interesante constatar que fue discípulo de Kant del que más tarde se distanció. Estaba convencido de que las emociones cuanto más bruscas e incontroladas debían estar presentes en la literatura. Esto, lógicamente, le hizo entrar en conflicto con los cánones vigentes impuestos por el neoclasicismo francés y por el conservadurismo reinante.

Para él, sin restarle importancia a ‘la razón ilustrada’, había que tener una visión del ser humano más completa. El hombre no solo es razón es, también, imaginación, pasión… lejos de ‘la frialdad académica’. Había que abrir espacios para explorar lo misterioso, lo que inquieta, lo que angustia.

Cree que la imaginación es una fuerza creadora, que la inspiración juega un papel transcendente en la literatura y que pocas cosas hay tan verdaderas como el conflicto y la presencia de lo obscuro.

Me parece útil rememorar que esta ‘recuperación’ de Shakespeare no fue la única que realizaron los prerrománticos y románticos alemanes. El interés hacia Calderón de la Barca, sobre todo hacia La Vida es Sueño, es palpable.

Es ostensible su interés como filosofo. En Alemania se valoran mucho, sin ir más lejos, sus Ideas para la filosofía de la historia de la humanidad. Su preocupación por el sentido y finalidad de la historia es evidente. En la época en que vivió se estaban fraguando ‘ideas nacionalistas’. No puede descartarse que ejercieran en él alguna influencia, mas su ‘cosmopolitismo’ siempre pudo más en su pensamiento.

No es momento para explorar otros vericuetos ni líneas de aproximación a su filosofía. Ejerció una influencia indudable en Sigmund Freud, tal vez por su exploración de las pulsiones obscuras, tal vez por su interés hacia lo que de irracional y reprimido hay en el ser humano. Se sentía atraído por descifrar como los triunfos y los fracasos influyen en la psicología humana y como el tiempo, con su carga de sombras alucinadas desfila vertiginosamente ante nosotros. Es un logro que sepa ver como la Rueda de la Fortuna trae y lleva al ser humano hacia espacios a los que no desearía encaminarse nunca.

Tentativas y aproximaciones como las que realiza Herder sobre Shakespeare dan para pensar y reflexionar. Es cierto que el dramaturgo de Stratford ayuda, y no poco, a sentir, a percibir aspectos de la realidad que no se habían apreciado en toda su angustia y grandeza trágica. Es incuestionable que contribuyó a ‘quitar telarañas de los ojos’ para entrever e interpretar lo que antes había sido despreciado por bárbaro. Nada menos que nos invita a adentrarnos en la profundidad metafísica de Shakespeare.

El propósito de Herder es esencialmente reivindicativo. Intuye lo que hay de ‘humano y auténtico’ en los personajes de sus obras y, sobre todo, que la pasión a veces ciega y conduce al abismo. Todo esto ayuda y no poco a observar con curiosidad intelectual que las palabras y creaciones de la Ilustración francesa se han marchitado y son hojas secas que el viento se encargará de esparcir.

Herder fue de esos hombres que cuando se compromete con proyectos culturales y humanistas, luchan hasta el final porque estos avancen, porque lleguen a consolidarse.

Aprecia en lo que vale que los significados simbólicos mediatizan y condicionan más de lo que creemos. Su determinación de adentrarse en lo que podríamos denominar la dinámica de la reflexividad de la existencia, es otro factor que ha de tenerse en cuenta. Al mismo tiempo, se muestra receptivo a las múltiples variantes de la dimensión del deseo.

Quizás, lo que pone en marcha sus interpretaciones es el convencimiento de la vaciedad de una vida ‘sin pathos’. Sin pasión el hombre está mermado.

El miedo, el amor, la envidia, la corrupción y la violencia forman parte de la vida misma. Acertar a expresarlas con la fuerza que Shakespeare lo hace es un buen exponente de su genialidad. Sabe abordar las contradicciones de la existencia y la presencia que aflora, de cuando en cuando, del lado obscuro de la conciencia. ‘El ser’ escindido como está, se siente aplastado por las indeterminaciones, errores y tentativas fallidas surgidas de su interior conflictivo.

En Shakespeare está presente y de qué forma, un fuerte sentido moral. La tensión entre el afán de verdad y la falsedad es una fuente constante de conflictos dramáticos.

Shakespeare tiene la rara habilidad de descubrir un orden en el desorden, frente a quienes se limitan a seguir unas prescripciones que, con el paso del tiempo, contribuyen a crear una visión de la realidad tóxica por inmovilista.

Algunos movimientos dramáticos solo pueden analizarse desde el lado emocional. Shakespeare nos ha mostrado, con contundencia y fuerza dramática, que la realidad es heterogénea y que hay que aproximarse a ella desde un ángulo, desde una óptica que preste atención a la diversidad.

Las emociones pueden y deben compartirse en las obras de Shakespeare, hay momentos claves abiertamente empáticos.

Los hechos no suceden como los hombres han dispuesto. Por eso chocan contra muros infranqueables o al menos, que no se pueden traspasar impunemente. Es posible que no sea oportuno sacar conclusiones apresuradas; no obstante, en algunas de las tragedias sublimes de Shakespeare, puede percibirse –o al menos yo así lo creo- un deseo de futuro, de que el hombre se responsabilice y sea capaz de tomar en sus manos las riendas de la historia sin recurrir a entes o fuerzas exteriores cuando es a su interior hacia donde debe mirar. Es tal la fuerza del ‘pathos’ que es inútil poner coto a los desenlaces trágicos. El hombre está atrapado, alienado… quizás sea esta la razón de que echar sal en las heridas… muestre bien a las claras su vulnerabilidad.

‘El territorio Shakespeare’ es sencillamente inabarcable. Cada generación de críticos lo observa y analiza desde supuestos diferentes que exponen la forma de afrontar el hecho dramático en cada momento histórico. No obstante, nadie le restará el mérito a Herder de haber sido, probablemente el primero, que puso en marcha esta dinámica.

Surgirán, sin duda, nuevas formas de analizar las tragedias y comedias shakesperianas. En buena medida la pregunta ¿por qué conmueve tanto y tan hondo a los lectores y espectadores? no se han agotado, ni mucho menos, las respuestas a ese torbellino de dolor, violencia, ternura y sensibilidad.

Meditar sobre Shakespeare es hacerlo sobre el hombre y sus contradicciones, sobre la conciencia y el lado obscuro de las pasiones. En definitiva, sobre el ser humano que se mueve entre su fragilidad, fortaleza y ambiciones que le conducen a poner el pie en lo prohibido o en lo demonizado.

Nadie como Shakespeare ha descrito con tanta fuerza las tempestades que se desatan en el corazón del hombre. Acercarse a ellas, es ascender una estrecha escalera de caracol que las más de las veces provoca y da pie a peligrosas caídas.

Hay que agradecer y mucho, que en algunas ocasiones privilegiadas la generosidad y gentileza de un amigo nos permita disfrutar y meditar. En este caso sobre el valioso, transcendente y apenas conocido ensayo de Herder sobre Shakespeare.

 

Profesor Emérito de Historia de la Filosofía, Colabora o ha colaborado en revistas de pensamiento y cultura como Paideía, Ámbito Dialéctico, Leviatán, Temas de Hoy o la Revista Digital Entreletras.

Ha intervenido en simposios y seminarios en diversas Universidades, Ha organizado y dirigido ciclos de conferencias en la Fundación Progreso y Cultura sobre Memoria Histórica, actualidad de Benito Pérez Galdós, Marx, hoy. Ha sido Vicepresidente del Ateneo de Madrid.

Tu opinión importa. Deja un comentario...

Los comentarios que sumen serán aceptados, las críticas respetuosas serán aceptadas, las collejas con cariño serán aceptadas, pero los insultos o despropósitos manifiestamente falsos no serán aceptados. Muchas gracias.