Un mapa del mundo en el escudo de Aquiles. Horror vacui
- Escrito por Adoración González Pérez
- Publicado en Cultura
Esta expresión latina procede de una doctrina filosófica antigua donde se justificaba la inexistencia del vacío para la configuración del cosmos, tesis que vino a despertar desde el principio el deseo de una demostración científica sobre su contrario. Aristóteles lo justificaba en su Física, abriendo camino a filósofos y empíricos, a Descartes, Newton, Pascal y varios más sobre todo en la Edad Moderna. Desde el mundo del Arte, aunque la expresión no aparece hasta casi el siglo XX, en mano de Mario Praz, nos hemos acostumbrado a reconocer este recurso en muchos estilos artísticos, y de manera especial en la cultura del Barroco, aunque figura en representaciones de la Antigüedad, bien pictóricas, como escultóricas y de metales.
Encontramos, por otra parte, una ingente cantidad de narraciones y secuencias literarias con diferente temática, en la iconografía que acompañó a la producción artística, nacida también de los relatos orales del mundo antiguo, de corte orientalizante, que se divulgaron por el espacio mediterráneo donde convivieron culturas como la griega que sirvieron de base a la inspiración creativa.
Esto nos lleva al título de estas líneas. Todo está dicho y escrito sobre la Ilíada, sobre Homero, los dioses, los héroes, la guerra, la paz, y así un sinfín de apasionantes descripciones que siguen moviendo nuestras emociones cada vez que nos adentramos en ese mundo fantástico – o no- de los griegos. En la complicada búsqueda de una representación sobre la descripción homérica que contiene el Canto XVIII de la obra, se nos aparece la recreación que hizo Angelo Monticelli, artista italiano del siglo XVIII, que diseñó una serie de ilustraciones para la obra titulada Il Costume antico e moderno di tutti i popoli dell`Europa, para la Biblioteca de Giulio Ferrari, erudito milanés.
La imagen nos invita a una lectura concentrada de los diferentes pasajes del canto, tan debatido por los historiadores, arqueólogos y otros interesados en la obra de Homero. Se habla en ellos del tropos ecfrástico en la modalidad literaria (interesante análisis de Fernando Martín Valdés, Doctor en Historia del Arte, cuyas referencias a las visiones precursoras del relato y su iconografía desde la Antigüedad así como a los debates historiográficos siguientes es muy valioso), de la manufactura del armamento en su conjunto, del ornato de la superficie, así como del maravilloso ilusionismo que acompaña, con la presencia de oros, bronces, platas, metales, para la inserción de un microcosmos símbolo de la sociedad del momento.
La ilustración de Monticelli, casi como si fuera un diseño naíf, nos coloca sobre los anillos concéntricos del supuesto escudo que el dios Hefesto hiciera por encargo de Thetis, para su hijo Aquiles, en ese momento crucial del canto.
[…] Hefesto dio forma al escudo tan grande y fuerte, y lo rodeó con un reluciente borde de tres capas y le puso una abrazadera de plata. Hizo que el escudo tuviese cinco capas y su hábil mano lo decoró con muchas maravillas […] (Homero, Iliada liberada. Canto XVIII. La armadura de Aquiles, versión de Miguel Temprano García, Blackie Books S.L.U. Barcelona 2022, pág 419)
Desde el centro del escudo, las figuras se distribuyen en cada anillo, bien ordenadas, insertando paisajes, elementos arquitectónicos, animales, hombres, dioses, construyendo así el relato extraordinario que tiene cabida en el propio mito y que nos reproduce un modelo de organización agraria, muy acorde a las culturas del Mediterráneo oriental, en las que se prioriza el cultivo del trigo, la ganadería, el uso del medio natural, y por descontando la construcción de ciudades, con toda su dinamismo vital, tanto de situaciones de convivencia ociosa y feliz como de rivalidades y ambiciones.
No solo se hizo figurar en este mundo dibujado y cantado el universo entero, con todo su envoltorio astral de Pléyades, Osas, y demás elementos del firmamento, sino las dos ciudades y sus gentes. Nos entusiasma el propio canto a la naturaleza, a los campos en barbecho, el uso del arado, el labrado de la tierra, la cosecha del trigo, los peones, las gavillas bien alineadas, un preludio de colonización casi feudal, con su dueños, siervos, casas y criados. Las viñas doradas, con el camino del viñedo marcado y protegido con verja de plata, vacas, perros, leones y pastores, ocupando con intensidad el espacio de una en medio de un valle rodeado de montañas.
Como señalara A. Blanco Frejeiro, “ciudad y campo, guerra y paz, trabajo y ocio, felicidad y desgracia, vida cotidiana y situaciones de emergencia, el escudo pinta en sus cuadros un verdadero microcosmos pero no de sucesos y tipos interesantes, raros, únicos, sino fundamentales, universales: reyes, jueces, pregoneros, artesanos, músicos, acróbatas, labriegos, soldados, vaqueros, ovejeros”, puesto que en ese momento la génesis de la polis esplendorosa solo era posible desde la agricultura y la ganadería, como soporte vital de sus gentes (puede verse en su obra El escudo de Aquiles, Alicante, Bibliteca Virtual Miguel de Cervantes, 2007, o en la url: https://www.cervantesvirtual.com)
Como cabía esperar, el Canto contiene otros registros sobre la convivencia entre humanos, el uso de la justicia, o más bien su interpretación, el orden militar, la crueldad de la guerra, bajo la mirada impasible del Sol y la Luna, en ese no vacío universal del espacio trabajado. Sobre el mito de las armas y su plasmación en el arte, existen estudios atrayentes. Citamos, entre otros, el Mª Isabel Rodríguez López (Las armas de Aquiles, en Biblioteca de Recursos Electrónicos de Humanidades, 2009), así como el citado de Antonio Blanco Frejeiro, publicado en Historia 16, nº 121, de 1986 entre otras aportaciones científicas, artísticas y filosóficas que dejamos para interés del lector
Adoración González Pérez
Licenciada en Geografía e Historia por la Universidad Autónoma de Madrid (1979). Escribió su Memoria de Licenciatura sobre EL Real Sitio de Aranjuez en el siglo XVIII.
Doctorada en Historia del Arte por Universidad Autónoma de Madrid (1991), Tesis titulada: El urbanismo de los Reales Sitios en el siglo XVIII.
Profesora de Educación Secundaria, en varios centros de la Comunidad de Madrid, ahora ya no en activo.