Bélgica desde la independencia hasta el siglo XX
- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Historalia
Obtenida la independencia, Bélgica aprobó una Constitución en el año 1831, siendo una de las más avanzadas del momento en materia de derechos, y con una monarquía constitucional, con la dinastía Sajonia-Coburgo, como sistema político. El poder legislativo se organizó con un sistema bicameral, Senado y Cámara de Representantes, elegidos por sufragio censitario. El rey, siguiendo el modelo constitucional del siglo XIX, también disponía de poder legislativo conjunto con las cámaras, además de poder disolverlas y nombrar al gobierno. El primer monarca fue Leopoldo I, que reinó hasta el año 1865. En ese momento subió al trono su heredero Leopoldo II.
La vida política se complicó a partir de 1847 cuando dejaron de existir gobiernos de coalición, y los católicos y liberales formaron partidos rivales, discutiendo intensamente por distintas cuestiones, especialmente por la educación, dado el poder de la Iglesia Católica en esta materia. Los liberales sacaron adelante una Ley en 1879 para que se crearan escuelas laicas, pero los católicos (partido clerical) al regresar al poder, especialmente con Jules Malou, combatieron para hacer a las escuelas confesionales y obligatorias.
Pero el debate educativo y religioso no era el único que protagonizó la vida política belga. También estaba la cuestión flamenca. Existió una clara reivindicación de los flamencos por su personalidad y por la defensa de su lengua para que tuviera los mismos derechos que la francesa. En este sentido, los católicos fueron más proclives a estas pretensiones porque la mayoría de los flamencos eran de esta confesión.
Bélgica vivió un intenso desarrollo económico en el siglo XIX con una agricultura muy potente, por su potencial energético (carbón) y por su tradicional auge industrial textil, que hizo su propia transformación, sin olvidar el desarrollo metalúrgico, en lo que sería, sin lugar a dudas, la Revolución Industrial más exitosa después de la británica. Además, Bélgica contaba con excelentes comunicaciones y en pleno centro de la Europa occidental.
Los principales yacimientos de carbón se encontraban en las zonas de Lieja y del Hainaut. Eso permitió un pronto y profundo desarrollo de la industria siderúrgica, que se basó en la tradición industrial de la propia Lieja y de Namur. Solamente hacía falta la nueva tecnología británica para darle el empuje necesario. Este hecho se produjo de la mano del inglés William Cockerill. Su hijo Juan montó en Seraing, en las cercanías de Lieja, una potente fábrica de maquinaria de alta calidad.
El otro gran motor de la Revolución Industrial, es decir el ferrocarril, se instaló muy pronto en Bélgica. En 1848 ya se contaba montada la red ferroviaria, mucho antes que cualquier otro país europeo continental. Los belgas se convirtieron en una potencia ferroviaria junto con los británicos.
Por fin, el capital, factor vital para las inversiones se encontraba bien administrado en un potente sector bancario, y que muy pronto se dedicó a invertir en el exterior.
La otra cara de la Revolución Industrial fue su alto coste social, que provocaría el surgimiento de un potente movimiento obrero, y ya antes de la fundación de la Primera Internacional. En este sentido hay que destacar figura de César de Paepe. Posteriormente, serían muy importantes las huelgas en las cuencas mineras del Charleroi y Borinage por la reducción salarial y la caída del precio del carbón, especialmente en 1886.
La Primera Internacional tuvo en Bélgica distintas secciones, coordinadas por un Consejo General establecido en Bruselas. Importante fue el Congreso en la capital belga de 1868 en el que defendió el recurso de la huelga.
En 1885 se creó el Partido Obrero Belga, una federación de secciones socialistas, secciones sindicales y cooperativas. Así pues, su estructura era distinta a la de otros Partidos socialistas y más parecida, sin ser igual, a la que después de formularía en el laborismo británico. El movimiento cooperativo en Bélgica siempre tuvo una enorme potencia. También es de destacar la Casa del Pueblo de Bruselas. El Partido Obrero estaba regido por un consejo general compuesto por delegados de cada uno de los tres ejes de la formación. El Partido formó parte de la Segunda Internacional. Es importante destacar la lucha que la formación socialista emprendió por el derecho al sufragio universal. En 1894 entraría en el parlamento donde siguió luchando por el establecimiento real de este derecho por mucho que se hubiera ampliado y reformado, pero sin que llegara a ser plenamente universal. Bélgica, por fin, participó del fenómeno del imperialismo del último cuarto del siglo XIX. En 1876 se crearía la Asociación Internacional Africana. Por otro lado, Stanley comenzaría la exploración de la región del Congo.
Bélgica se hizo con esta zona, pero no tenía salida al mar a causa de los intereses británicos y portugueses. En el Congreso de Berlín de 1885 se reconoció el Congo como propiedad privada del rey Leopoldo II. Pero la explotación del territorio, y sobre todo, de su población llegó a tales extremos que generaría un verdadero escándalo tanto en Bélgica como en Europa. Eso provocaría investigaciones y que en 1908 se decidiera que la administración colonial pasara al Estado belga.
Eduardo Montagut
Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.
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