Pacifismo masónico y la Gran Guerra
- Escrito por Manuel Según Alonso
- Publicado en Historalia
Se viven momentos convulsos y muy delicados que anuncian tiempos aún más complicados e incluso, hay quien afirma que se está viviendo los primeros momentos de la Tercera Guerra Mundial. Por ello, creo que hay que recordar que pensaba la masonería española durante el final del siglo XIX y los primeros años del siglo XX ante el pacifismo y el estallido de la Gran Guerra, que actualmente se conoce como la Primera Guerra Mundial.
Dentro del marco ético-jurídico laicista, la reflexión sobre la acción formativo-democrática de la masonería se polariza en torno a "educar para la paz" que enmarca sus iniciativas dentro de una larga tradición pacifista que desde finales del siglo XIX estuvo presente en el nacimiento y consolidación de la Sociedad de Naciones, de la Liga de Derechos del Hombre y de otras organizaciones humanitarias nacionales e internacionales.
Se puede señalar que, desde la revolución de 1868, la masonería mantiene un marco en favor de la paz que se pone de manifiesto, por un lado, mediante declaraciones de principios; y por otro, mediante el apoyo de actividades prácticas y proyectos en apoyo tanto a las corrientes pacifista de carácter local como internacional.
Ya en las constituciones del GODE de 1871 se decía: “La masonería tiene por objeto la perfección de los hombres, y por lo mismo, los masones españoles admiten las diversas ideas y sistemas sociales establecidos, siempre que no alteren los principios morales, filantrópicos y fraternales; por esta razón la masonería que reconoce y proclama la autonomía del individuo, es una sociedad pacífica que realiza una misión humanitaria y civilizadora; en consecuencia todo masón deberá ser también un ciudadano pacífico, de honrada y moral conducta, que acate todos los poderes públicos que se hallen legítimamente constituidos”.
La masonería ha jugado un papel importante en la implantación de una cultura de la paz y en la defensa de los derechos del ser humano. Ya en el año de 1889, la logia Libertad de Madrid se adhiere a la Liga de la Paz y la Libertad y constituye un comité de Paz para conseguir miembros para la Liga dentro de la Masonería. Su propósito consiste en logran constituir centros masónicos difusores del pacifismo, que disponga de “elementos sociales de su radio de acción para responder en un momento dado a un plan de agitación general” y para ello pretende “conquistar adhesiones en casinos, tertulias y clubes por medio de banquetes, reuniones y manifestaciones y constituir comités regionales para la libertad y la paz relacionados con el Comité Central de Milán”.
La Masonería considera que debe contribuir a la Paz y trabajar para conseguir el cese de las guerras y que los conflictos se resuelvan por medio del arbitraje. Existiendo la más completa identidad entre el ideal masónico y los principios del movimiento en favor de la Paz. En este sentido, el siglo XX se inicia con un claro posicionamiento de la masonería madrileña y española.
En septiembre de 1900 en París, asisten a una tenida magna colectiva organizada por la Gran Logia de Francia, dedicada a la Paz y el Arbitraje Internacional y que se enmarca en el Congreso de la Paz que se desarrolla en esas fechas.
El Bureau Internacional de Relaciones masónicas, con sede en Neuchâtel (Suiza), dirige un llamamiento a todas “las logias del Universo” en 1903, para celebrar en sesión solemne el aniversario de la apertura de la Conferencia de La Haya que había tenido lugar entre mayo y julio de 1899. La masonería madrileña apuesta por el apoyo de las ligas y los congresos por la paz.
Hay un documento sin fecha, de la logia El Progreso núm. 88 en el que se afirma que han trabajado sobre uno de los cinco temas propuesto por el GOE para el desarrollo y discusión en los talleres de la Obediencia y que consiste en responder a las siguientes preguntas: “¿Son el desarme general y la política de la paz principios masónicos? Y si lo son, ¿por qué medios podrán ser llevados por la Masonería a la práctica en el mundo profano?”.
En este documento defiende que la paz es un principio masónico:
“[…], por tanto, si la paz es principio masónico, ocurre preguntar lo primero ¿qué es masonería?[…]; pero si la masonería es algo, es la afirmación rotunda del progreso regular y ordenado de la humanidad, es la armonía de los intereses, es el desenvolvimiento natural de los individuos, y las sociedades, es el reconocimiento de todos los derechos, la protesta contra su menoscabo o atropello, el tranquilo goce de lo que cada ser y cada pueblo adquiere por el ejercicio de su genio, de su actividad, y de sus facultades, es la desaparición de preocupaciones fatales tenidas muchas aun como virtudes, es el anhelo del triunfo de la racionalidad y de la inteligencia sobre un resto de instintos animales, es el anhelo de la justicia y la razón logrados por el cariño, la posesión completa de sí mismos, la luz y la fraternidad de los hombres.
Y la guerra precisamente es lo contrario. La guerra es la enemistad y el odio, es el comportamiento de los hombres, la ocasión para que se despierte y triunfe el fermento de las malas pasiones, es las perturbaciones el ángel de la destrucción y la muerte solando sobre los campos y sobre las ciudades, la violencia realizada en lo antiguo no más que por la fuerza bruta y hoy por el talento asociado a ella y sugerido a sus órdenes. […]
[la guerra] no puede ser masónico si no que lo masónico es, en consecuencia, el principio contrario, el principio de la paz en medio de la cual florecen las artes y las letras la propiedad se consolidad y garantiza, la agricultura el comercio y las industria sin incertidumbres ni temores, se desarrolla y el trabajo, en fin, alcanza el maximun de actividad. No podrá suceder otra cosa: la masónica, en su fondo es la paz misma y nada existe que este en contradicción con la propia esencia”.
Continúa intentando demostrar que el desarme también es un principio de la masonería:
“Los grandes contingentes militares son el medio el instrumento a favor del cual la guerra se realiza, y así, quien no quiere de una, guerra la supresión del otro en su justa medida, pues solo en caso de una defensa tanto más desesperada cuanto más legítima cometió homicidio el ciudadano desarmado. Según mi parecer, una política pacifica no arraigará nunca mientras suscitan esas fuerzas enormes merced a las que los países se amenazan, se asechan y dan aliento a los deseos de revancha, de predominio, de despojo reciproco. A lo más, si la guerra no estalla, estarna arma al lazo e influirá el recelo sobre las operaciones todas, haciéndose sentir la inquietud y las dificultades económicas; otro motivo que demuestra el criterio de la masonería, porque si el bienestar de las naciones cae dentro del credo y al volver la vista, obsesiva la profunda crisis, el desequilibrio constante y el permanente ahogo en que Europa vive, no podrá menos de creer la terminación de la causa más principal y mas activa […]”.
El considera que hay dos formas que conseguir el triunfo de estos ideales:
“la propaganda desinada y constante en el mundo profano de los dogmas sociales de la orden y de su general criterio y la generación, la práctica de sus aplicaciones. […]. Que nuestra voz se oiga en la tribuna y en las columnas de la prensa, en el folleto y en el libro, en la conversación y en la tertulia, en el hogar y en todas partes. Hagamos reflexionar a la opinión ya preparada […]. Hablemos al país y aprovechemos para hablarle todas las circunstancias y todas las tendencias. Digámosle hoy: si piensas que la riqueza es un puñado de oro, te equivocas […]; la riqueza es la instrucción, la dignidad, la independencia; trabajo en fin, trabajo productivo […]”.
Defiende la participación de la masonería en las asociaciones profanas:
Por eso la masonería debe fomentar tomar la iniciativa, dirigir a costa de los mayores sacrificios la formación de juntas, de ligas, de la paz que en el mundo profano sean el brazo ejecutor de nuestro pensamiento, y esas asociaciones que de seguro contaran elementos valiosos y entusiastas, podrán determinar en cada instante lo que mas convenga, la línea de conducta, los pasos necesarios cerca de los hombres de estado, de las potencias, de la opinión misma; meritísima lucha en que tanto puede, y sin duda debe favorecerles, ayudarles y sostenerles la masonería para el remoto objeto de lograr el desarme y para el próximo del establecimiento de arbitrajes internacionales que desinan como los tribunales entre los ciudadanos las diferentes, las querellas, los asuntos de los países en litigio, pues no faltaran nunca, a pesar del maximan de ilustración, potenciar caprichosas, tareas suspicaces o egoístas ( que legitiman hoy la guerra) que hagan necesario con que suplir el juicio dirimido sobre los ampos de batalla y por algo decía Víctor Hugo que solo se destruye lo que se remplaza”.
En 1903, el GOE publica un escrito titulado “La paz universal”, que respalda los acuerdos de la I Conferencia de la Paz de la Haya, que se había celebrado en 1899.
En febrero de 1904 el Comité director de la Gran Logia Suiza Alpina dirige una circular a la Masonería Universal, pidiendo la celebración del día de la Paz el 18 de mayo. Poco después, a finales de agosto de 1904, en el Congreso Masónico Internacional celebrado en Bruselas, se discute “el examen de los medios que favorecieran una propaganda eficaz a favor del arbitraje internacional, en un momento en que la guerra ruso-japonesa ocupaba las páginas de la prensa europea”.
La abolición de las guerras y la defensa de la Paz han sido defendidas por la Masonería Española desde antaño y recomendado en 1905 en el Boletín Oficial del GOE.
En las logias del GOE, la fiesta de la Paz se celebra en los años siguientes, es decir, en 1905 y 1906, quedando institucionalizada en 1907, mediante una circular del Gran Maestre Miguel Morayta publicada en el BOGOE. Esas fiestas se celebran en toda Europa, iniciativa que es fruto de la tradición pacifista de la masonería europea que, desde finales del siglo XIX, ha estado presente en el nacimiento o consolidación de la Sociedad de Naciones, la Liga de Derechos del Hombre y de otras organizaciones humanitarias.
El 5 de agosto de 1907 el capítulo Esperanza estudia un trabajo titulado “Idea de la paz y de la guerra entre las naciones”. En él, se considera fuera de lugar que los individuos “en estos tiempos diriman todavía sus cuestiones por medios belicosos”, defendiendo que los pueblos deben arreglar sus diferencias por medio del arbitraje.
Ante las amenazas de guerra que planea en 1912 sobre Europa, la Asamblea General del GOE de ese año, entre los puntos, incluye el título de “La Paz Universal”. La ponencia es publicada en el BOGOE, y en ella, se afirma que la Francmasonería no puede permanecer inactiva ante el problema de la Paz, proponiendo a la Asamblea que el GOE lleve al Congreso Internacional Masónico, una resolución que reafirme: “La necesidad de mantener la Paz Universal como base de la prosperidad de los pueblos y que, en caso de guerra, los masones de cada país beligerante no debían ser solidarios de las causas que motivaran el conflicto, debiendo apadrinar la Orden toda iniciativa en contra de la guerra y en favor del arbitraje”.
El 5 de abril de 1913, varios miembros del capítulo Esperanza, defienden el patriotismo y la paz “para vernos libres de las preocupaciones que nos embargan en la actualidad”.
El estallido de la Gran Guerra en 1914 y sus consecuencias supone un gran impacto en la masonería española, en la que está fuertemente interiorizados los ideales del Pacifismo que consideran una conquista del Derecho internacional.
De hecho, representa “la destrucción del concepto humanista en que se había fundado el parlamentarismo y la democracia liberal en Europa” e impacta en la conciencia de la masonería española. Consideran que la Gran Guerra es la consecuencia de la decadencia europea que se ha opuesto a cualquier reforma social y una distribución más justa de la riqueza. Así, el presidente del capítulo Esperanza, el 5 de septiembre de 1914 presenta un cuestionario al taller sobre el conflicto bélico que es discutido en sus sesiones. En ellas, se habla de la ambición, la hipocresía, la ignorancia que provoca que se mantenga la guerra. Finalmente convienen que la masonería debe trabajar por el mantenimiento de la paz universal.
A partir de agosto de 1914 muchos conceptos cambian, pues la masonería constata que la Gran Guerra está destruyendo el concepto humanista básico del parlamentarismo y la democracia liberal europea. Lo que lleva a sus miembros a participar cada vez más en las movilizaciones contra el sistema político y social imperante pues consideran que ha fracasado al no ser capaz de parar el conflicto, además de ralentizar la tibias reformas sociales, manteniendo una injusta distribución de la riqueza. Esto también los lleva a un acercamiento a las tesis socialistas.
Desde los primeros momentos del conflicto, la masonería española se muestra partidaria de los aliados de forma privada. La Gran Logia Simbólica Catalana-balear (GLSCB) realiza una declaración oficial a favor de las democracias occidentales, rompiendo con la neutralidad masónica, transgrediendo los estatutos masónicos que obligan a las obediencias a acatar las leyes de sus países y también con el acuerdo de federación con el GOE, al que le corresponden las relaciones con el extranjero, según el pacto de 1914. El GOE desautoriza la iniciativa, pero la GLSCB continúa haciendo públicas las simpatías hacia los aliados.
A los dos meses de comenzada la Gran Guerra, el Gran Consejo de la Orden remite a todas las logias una plancha fechada el 5 de septiembre 1914 invitando a los talleres a colaborar con la solicitud realizada por la masonería francesa para los heridos de todas las creencias y nacionalidades en la actual guerra europea. La logia Condocet lee en la tenida de 7 de septiembre de 1914 esta plancha:
“Los masones franceses, cumpliendo en estos momentos, trágicamente angustiosos, con los deberes de humanidad que nuestro credo imponen, han organizado una ambulancia sanitaria para asistir a los heridos, cualquiera que sean sus creencias nacionalidad, un servicio de comidas gratuitas para los pobres y un servicio de socorros a domicilio, para los enfermos necesitados.[…] dirigen un llamamiento a nuestros sentimientos fraternales para que contribuyamos con nuestros recursos a esta obra filantrópica, y el Gr.·. Cons.·. estimando como un sagrado deber acudir en ayuda de los que en circunstancias tan difíciles no olvidan el cumplimiento de sus obligaciones para con la humanidad, tomó el acuerdo de enviar una cantidad a nuestros hh.: de Francia para que se destine al socorro de los enfermos y necesitados.
A fin de que la suma que se remita corresponda a los prestigios de nuestro Or.: y a los impulsos de nuestros propios sentimientos, acordó invitar a ese Resp.·. Tall.·. para que contribuya con lo que sus recursos le permitan a tan meritoria labor”.
En octubre de 1914, el Gran Consejo del GOE nombra una comisión con el fin de la elaboración de un dictamen que pretende protestar contra los actos de barbarie que se están cometiendo en la guerra y en la solidaridad hacia los países víctimas de ella. Se insiste en la labor de recogida de huérfanos de guerra, sostenimiento de los heridos de guerra y el concepto de la neutralidad humanitaria.
Por otro lado, a propuesta de Martínez Sol, el 4 de octubre de 1914 y elaborado por una comisión nombrada por el Gran Consejo se envía un escrito de protesta contra los actos bárbaros cometidos en la guerra a la masonería belga y francesa. En él, se desea que triunfen los “principios de la democracia y del derecho, puesto que cuanto más extenso sea el imperio de éstos, más alejado está el peligro de que estas contiendas vuelvan a repetirse”. Además, se recoge fondos para huérfanos de guerra y se muestran partidarios de atender a los heridos.
En la tenida de la logia Condorcet del 19 de abril de 1915, hay una proposición de Demófilo de Buen en la que "se solicita el que se discuta en las tenidas que mensualmente celebran reunidas las logias de estos Valles las actitudes que ha de tomar la Masonería cuando termine la guerra actual".
A partir de 1915, el GOE como antes había hecho la GLSCB rompe con la política de neutralidad y se manifiesta a favor de la causa aliada. Esta ruptura se produce durante la Gran Asamblea de julio de 1916, en la que el Gran Maestre, Miguel Morayta lanza un mensaje a favor de las naciones de la Triple Entente especialmente a favor de Francia y Bélgica y contra el imperialismo Prusiano.
Simarro dirige a la Gran Asamblea del GOE un extenso mensaje dedicado al tema de la Guerra y de la Paz universal, donde afirma que tras la guerra, se impone los ideales de la paz, libertad, democracia e independencia de los pueblos. Involucrando al GOE, Simarro defiende que los ideales masónicos son “la bandera común de los países que luchaban contra el espíritu de dominación, oligárquico, militarista y fomentador de los odios nacionales que representaban las Potencias Centrales”.
Algunas personalidades del GOE, entre las que destacan a Miguel Morayta, Luis Simarro, Víctor Gallego y José Moreira Espinosa, con anterioridad, y especialmente a raíz de la Primera Guerra Mundial ya habían hecho declaraciones públicas a favor de la paz.
La Liga de Derechos del Hombre también está detrás de las campañas de paz. En ella, se lanza un manifiesto en septiembre de 1915, “La Guerra Europea, Palabras de alumnos españoles” que decía:
“Levantamos la voz para pronunciar nuestra palabra, con modestia y sobriedad, como españoles y como hombres. No sería bien que, en esta coyuntura máxima de la historia del mundo, la historia de España se desarticulase del curso de los tiempos, quedando de lado, a modo de roca estéril, insensible a las inquietudes del porvenir y a los dictados de la razón y de la ética […].
Nos hacemos solidarios de la causa de los aliados, en cuanto representa los ideales de la justicia, coincidiendo con los más hondos e ineludibles intereses políticos de la nación. Nuestra conciencia reprueba donde quiera todos aquellos hechos que menoscaban la dignidad humana y los respetos que los hombres se deben, aun en el más enconado trance de la lucha.
Deseamos con fervoroso anhelo que la paz futura sirva a las naciones todas de honrada y provechosa enseñanza, y esperamos que el triunfo de la causa que reputamos justa afirmará los valores esenciales con que cada pueblo, grande o pequeño, débil o fuerte, ha dado vida a la cultura humana, destruirá los fermentos de egoísmo, de dominación y de impúdica violencia, generadores de la catástrofe, y afirmará el cimiento de una nueva hermandad internacional, donde la fuerza cumpla su fin: el de garantizar la razón y la justicia”
El apoyo a los aliados recibe el espaldarazo de demócratas, socialistas y masones. Las adhesiones había que remitirlas al masón madrileño, Ramón Martínez Sol, que es secretario de la Liga.
En 1915, la masonería comienza una suscripción en favor de los heridos de guerra de Francia y Bélgica.
Durante la Gran Asamblea de 1916, Morayta lanza un mensaje de claro posicionamiento en favor de las naciones de la Triple Entente y especialmente de Francia y Bélgica. Manifiesta el horror ante la Guerra y los fracasos de los tratados Internacionales. Poco antes de este mensaje, el Gran Consejo acuerda: “Comunicar a las Potencias masónicas de nuestras relaciones la actitud de la Masonería española con respecto a las causas que defienden las naciones beligerantes en la guerra actual, declarando reconocer que los aliados luchan por el triunfo de los ideales de Libertad, Progreso y Confraternidad universal, cuyos principios informan el credo de nuestra Augusta Institución”.
Miguel Morayta en el mensaje a la Gran Asamblea en 1916, hace alusión a los horrores de la Guerra y a los fracasos de los tratados internacionales. Con respecto a la futura paz, señala: “¿Cuánto se tendría adelantado si existiera ya constituido un formidable núcleo de confraternidad entre un número de pueblos importante? Podría haberlo establecido la Masonería, o en otros términos, la Confederación de los masones latinos (…). La Masonería no lo hubiera podido todo, pero sí prestar algún concurso, algún apoyo apreciable a la tan deseada paz; ¡si hasta hubiera podido evitar la guerra!”.
Para más tarde añadir: “En la actual guerra se discute, aun sin pretenderlo los beligerantes, la predicción del gran Bonaparte de que Europa sería pronto demócrata o despótica. Si el imperialismo prusiano venciera ¡qué espantosa reacción se desataría en los Estados pequeños, aun en algunos de los grandes! Felizmente, este triunfo no es posible, los aliados tienen de su parte la inmensa fuerza, de cuantos factores constituyen la causa del progreso”.
Meses después, añade: “Las diferencias de raza, religión, de lengua, e límites geográficos, de independencia nacional y de intereses materiales, habían necesariamente de inspirar, roto el dique que las contenía, dificultades tan hondas, que aun vencedora Alemania, habría de costarla sacrificios tales, que en muchos años no podría recobrar el florecimiento y el vigor por ella (Europa) alcanzados. ¡Qué sería de retrocesos y de horrores si el imperialismo alemán saliera airoso en su empeño! Por fortuna, los aliados triunfarán, y esto asegura un porvenir de ventura y bienandanza que compensará a la larga los inmensos sacrificios hechos por los beligerantes de uno y otro bando y por los pueblos que voluntaria o forzosamente observaron severa neutralidad. Mucho puede hacer la Masonería, por la pura atmósfera en que vive y por sus sentimientos altruistas y fraternales, para ayudar a establecer la conveniente disciplina en los espíritus…”.
Unos días antes de este mensaje, el Gran Consejo de la Orden toma el acuerdo de: “Comunicar a las Potencias masónicas de nuestras relaciones la actitud de la Masonería española con respecto a las causas que defienden las naciones beligerantes en la guerra actual, declarando reconocer que los aliados luchan por el triunfo de los ideales de Libertad, Progreso y Confraternidad universal, cuyos principios informan el credo de nuestra Augusta Institución”.
Las respuestas a estas decisiones por parte de las autoridades masónicas extranjeras no se hacen esperar, Felicien Court, garante de Amistad del GOE cerca del GOdF, responde de esta forma al mensaje de Morayta:
“El Gran Oriente Español ha salido de su neutralidad y, con la voz tan autorizada de su Muy Ilustre Gran Maestre mi venerable amigo, Miguel Morayta, se colocó, a las claras, al lado de los que, no habiendo querido la guerra, se vieron obligados a tomar las armas para defenderse contra la agresión, para proteger la independencia de las pequeñas naciones y para rechazar por siempre de Europa la opresión militarista, que es una traba a la vida normal de los pueblos, un obstáculo al progreso, una causa constante de ansia y de vicisitudes sin número […].
La Gran Familia francesa, cuyo eco tan débil soy ahora, saludó con gozo profundo aquellas declaraciones tan hermosas, tan masónicas, que dan la razón a esta reciente palabra del vicerrector de la Universidad de Oviedo ‘No hay una neutralidad del corazón’”.
La liga Antigermanófila surge a finales de 1916, con un manifiesto que se publica en la prensa y que lleva por título “A los españoles” que firman entre otros: Benito Pérez Galdós, Miguel de Unamuno, el doctor Luis Simarro, Amadeo Vives, Gustavo Pittaluga, Manuel Azaña, Augusto Barcia, Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz o Luis Araquistáin. Entre todos ellos, son masones madrileños Luis Simarro, Augusto Barcia, Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz o Luis Araquistáin.
La logia Catoniana, en tenida del día 11 de abril de 1916, y según afirman, guiados “solo por los sentimientos humanitarios de que deben estar poseídos todos los masones", acuerdan por unanimidad, "protestar enérgicamente por las víctimas ocasionadas por el reciente torpedeamiento del “Sussex” y dos buques españoles". El 13 de septiembre de 1916, comunican al Gran Maestro y a los consejeros del GOE que han acordado en la tenida del 29 de agosto de 1916:
“Siguiendo la norma nunca interrumpida de conducta que todos los masones deben de observar, atentos a que el imperio de la razón sea un hecho tangible que haga posible fácil la fraternidad entre todos los hombres.
Este modesto taller os invita a que influyáis por cuantos medios estén a vuestro alcance acerca de nuestro Gobierno, para que acepte el nobilísimo deseo de expresado recientemente por el Gobierno francés de que se practique por los países neutrales una información que demuestre la razón o […] de sus quejas respecto al trato que en ciertas regiones da a la población civil los ejércitos alemanes invasores, además de este deseo os expresamos el de que hagáis presente a las entidades masónicas de las naciones aliadas, el vivísimo interés que nos inspiran y la esperanza firme y decidida que alimentamos de que triunfen en la contienda por estar como estamos persuadidos de que ellos representaran a la humanidad atropellada por las agresiones de la tiranía que […].
Y degrada sin que esta protesta fice expresión de nuestros sentimientos, signifique exclusivísimos ni separaciones por castas, pues entendemos que el masón sincero y perfecto debe estar siempre al lado del oprimido”.
Un año más tarde, en la tenida del 8 de mayo de 1917, se dirige al Gran Consejo, para pedirle que "proteste enérgicamente por las víctimas causadas por un submarino alemán al cañonear a dos buques pesqueros españoles en el Golfo de Vizcaya".
En enero de 1917, Simarro, como Gran Comendador, se dirige a la Federación del GOE haciendo: “fervientes votos porque en el año actual renazca potente y esplendorosa la aurora de la paz y terminen para siempre los horrores de la guerra que tantas víctimas ocasiona y tan destructores efectos viene produciendo en el suelo de Europa. […]. ¡Paz, paz entre los hombres, y formemos en el porvenir una inmensa familia de hermanos!”.
El 16 de abril de 1917 el Gran Maestro en funciones del GOE, Eduardo Barriobero, dirige un mensaje a todas las logias del GOE, en las que les pone en guardia de la posibilidad de que España entre en guerra y algo fundamental, señalan que para cumplir los deberes masónicos no basta solo con cumplir los rituales: “A punto estamos de tomar parte activa en la guerra más formidable que la Humanidad ha conocido, y frente a esta posibilidad son indispensables una gran fortaleza de espíritu, una robustez de conciencia, y una imperturbable presencia de ánimo, circunstancias que, por desgracia, no caracterizan a los que en España, desde hace mucho tiempo vienen administrando la cosa pública […] Los buenos masones no pueden permanecer indiferentes ante tan lamentable estado de cosas; de hoy más nuestras logias, y especialmente los domiciliadas en territorio español, no cumplirán sus deberes con sólo reunirse y practicar de un modo estricto y literal lo que nuestros Rituales preceptúan; es preciso elevar algo más el espíritu y el pensamiento, y así lo han entendido muchas de aquellas respetables entidades que han tenido a bien dirigirse al Gran Consejo de la Orden y a la Gran Maestría en demanda de una orientación”.
La logia Hispanoamericana, el 16 de septiembre de 1918, se dirige al Consejo de la Orden para comunicarle que le apoya en "toda labor que represente la aproximación a los Aliados y a la dieta que estos defienden”.
En 1918, Simarro en calidad de Gran Maestre del GOE, se dirige a la Gran Asamblea de ese año con el tema dedicado a la Gran Guerra y la paz universal.
Para celebrar el final de la guerra, el GOE organiza en el teatro Benavente de Madrid, el 4 de diciembre de 1918, una tenida blanca o “Festival Masónico en honor de la paz y de los aliados”. En él, interviene el Gran Maestro, Simarro, al que sigue Marcelino Domingo y Mario Roso de Luna. La logia Hispanoamericana, el 12 de diciembre de 1918, felicita a la comisión organizadora de la tenida blanca.
Bibliografía
-ÁLVAREZ LÁZARO, Pedro: “Masonería, laicidad y educación democrática en la España contemporánea”, Anales de la Cátedra Francisco Suárez, 38 (2004), pp. 23-24.
-FERRER BENIMELI, José Antonio: «El Dr. Simarro y la masonería», en la Revista Investigaciones Psicológicas, núm. 4, (1987), p. 23.1
-FERRER BENIMELI, José Antonio: Exposición: La masonería española. 1728-1939, Alicante, instituto Juan Gil-Albert, Caja de Ahorros Provincial de alicante, Diputación de Alicante, 1989, p. 75.
-FERRER BENIMELI, José Antonio: La Gran Guerra y la Masonería Española en DELGADO IDARRETA, José Miguel y -POZUELO ANDRÉS, Yván (coord.): La masonería hispano-lusa y americana. De los absolutismos a las democracias (1815-2015). Oviedo, Universidad de Oviedo, 2017, pp. 331-346.
-MARTIN, Luís P: Los arquitectos de la República: Los masones y la política en España, 1900-1936. Madrid. Marcial Pons. 2007, p. 64.
-SAMPEDRO RAMO, V: La aplicación de la ley sobre represión de la Masonería y del Comunismo en el país valenciano: Los Masones de Alicante y Castellón (1938-1963). (Tesis doctoral s.p). Universitat Jaume I de Castellón de la Plana, 2016, pp. 130-133, 233-234, 237, 240-241, 246.
Fuentes
- Archivo Simarro, carpeta 6, sobre 1 folio 50
- Archivo Simarro, Sobre 4, folio 120
- BOGOE, de 19 de abril de 1905
- BOGOE, 29 de julio de 1912
- BOGOE, 31 de julio de 1916
- BOGOE, 30 de noviembre de 1916
- BOGOE, 31 de agosto de 1918
- CDMH Masonería A 364/3
- CDMH Masonería A 546 – Logia El Progreso
- CDMH Masonería A 564/1 – Logia Condorcet
- CDMH Masonería A 735/2 – Logia Hispanoamericana
- CDMH Masonería A 751/51 – Logia Catoniana
Manuel Según Alonso
Funcionario del Cuerpo de Gestión de Sistemas e Información de la Administración General del estado. Actualmente destinado en el Ayuntamiento de Madrid como jefe de Unidad en la subdirección general de Comunicaciones del Organismo Autónomo Informática Ayuntamiento de Madrid (IAM). Doctor en Historia e historia del arte y territorio con la tesis “Masonería y Política en Madrid (1900-1939). Miembro del Centro de Estudios históricos de la Masonería Española (CEHME). Miembro del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid. Libros: La quema de conventos de mayo de 1931 en el Madrid republicano. El anticlericalismo de la gasolina y la cerilla. Saarbrücken, Academia Española, 2015, y La masonería madrileña en la primera mitad del siglo XX. Madrid, Sanz y Torres. 2019.
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