Los inicios de la organización socialista en Europa
- Escrito por Eduardo Montagut
- Publicado en Historalia
Las primeras teorías socialistas se fueron extendiendo entre los trabajadores europeos entre 1830 y 1848. Fue la época en Francia de las sociedades secretas, como la Société des Amis du Peuple, Sociéte des Saisons, etc.. El objetivo de estas sociedades era la conquista del poder mediante la conspiración. Muchas de estas sociedades tenían relaciones con las que protagonizaron los emigrados alemanes.
La creación de organizaciones revolucionarias formadas por alemanes fuera de las fronteras de los distintos Estados existentes antes de la unificación es una característica fundamental de la primera etapa del movimiento obrero alemán. En relación con la Revolución de 1830 París se convirtió en la patria de exiliados liberales europeos, pero también de artesanos, obreros e intelectuales con deseos revolucionarios más intensos.
En 1832 nació allí la Unión Popular Alemana. Sus integrantes eran artesanos zapateros. Su labor se centró en la publicación y distribución de folletos en alemán para poder distribuirlos en los Estados alemanes occidentales, los más cercanos geográficamente. En 1834 nació la Liga de los Proscritos formada por obreros y artesanos alemanes. La Liga tomó muchos aspectos organizativos de las sociedades secretas dado su carácter clandestino y conspirativo, especialmente de los carbonarios, tan activos en la Italia del momento con derivaciones en los países latinos. La forma de actuar de los carbonarios podía aportar muchas enseñanzas para eludir la acción de las policías alemana y francesa. Existiría, por lo tanto, un cierto paralelismo en materia organizativa, dada la fuerza de los aparatos represivos, entre las organizaciones de tendencia liberal y nacionalista y las obreras, en la década de los treinta y parte de la de los cuarenta del siglo XIX. Pero dichas semejanzas no irían más allá.
Esta nueva organización publicó una revista mensual, llamada El Proscrito, que comenzó a ser dirigida por un periodista republicano, que había sido profesor de la Universidad de Heidelberg, llamado Jakob Venedey. Pero al ser expulsado de París por las autoridades fue sustituido por Éduard Rauch, un tipógrafo alsaciano, aunque Venedey no tardaría en regresar. Eso ocurría en 1835. Pero el alma de la publicación era, sin lugar a dudas, Theodor Schuster, antiguo profesor en Gotinga, y que se dedicó a difundir las ideas del socialismo utópico francés y las de tipo económico de Sismondi. Schuster defendía la creación de unos talleres nacionales para combatir la desigualdad generada en las fábricas, y a la que se veían abocados los artesanos de los gremios y talleres que se estaban aboliendo y cerrando en Europa con el triunfo de las ideas librecambistas. Es interesante comprobar el hecho de que Schuster era consciente de que el progreso del pueblo pasaba por terminar con la Monarquía, algo común a las oleadas revolucionarias liberales de esta época, pero presentaba un trasfondo social que no tenían los liberales, ya que sostenía que la Monarquía realmente estaba formada por los privilegios, siendo el principal de todos ellos, la riqueza, alejándose, claramente, del espíritu liberal-burgués, que atacaba los privilegios legales pero no económicos, por lo que ya se habían terminado las posibles concomitancias con las sociedades secretas.
La Liga de los Proscritos elaboró unos estatutos. Interesa detenernos en uno de ellos porque definía el objetivo de la organización, que no era otro que la afirmación y mantenimiento de la igualdad social, política y de la libertad. En 1834 se publicó una hoja con el título de Profesión de un proscrito, en el que se exigía el establecimiento de una república democrática que garantizara las libertades, y que debía estar basada en los principios de la igualdad. Así pues, la Liga de los Proscritos defendía tanto la igualdad como la libertad, como pilares del Estado, de la estructura política.
En 1836 nació la Liga de los Justos por iniciativa del exiliado alemán Karl Schapper, que había tenido que salir de Suiza por sus actividades revolucionarias, y del sastre Georg Weissenbach. Era una escisión del ala más democrática de la Liga de los Proscritos, cuyos miembros eran contrarios a lo que consideraban el autoritarismo de los proscritos, además de incidir más aún en lo social que en lo político. En este sentido, es significativo lo que escribía Engels en su Contribución a la Historia de la Liga de los Comunistas (1885), al afirmar que la Liga de los Justos nació gracias a los elementos más radicales de la Liga de los Proscritos, quedando en ésta los “elementos más retardatarios”, como calificó al propio Venedey. Pero Engels también nos informa como fue el fin de los Proscritos, fruto de una mezcla de la persecución policial y de la propia disolución interna, hacia 1840.
La Liga de los Justos adquirió, por lo tanto, una clara dimensión socialista. En este sentido, Schapper La Comunidad de los bienes, aunque sería Wilhem Weitling la gran figura de la nueva organización, que en su La humanidad tal como está y tal como debería estar combatía a los socialistas utópicos, defendiendo el protagonismo de la clase obrera en su emancipación. La Liga se desarrolló fuera de Francia, especialmente en Londres donde se creó una sección. A mediados de los años cuarenta, Marx y Engels se acercaron a esta organización. Ambos habían fundado en Bruselas el Comité de Correspondencia Comunista. Aunque Marx valoraba a Weitling no compartía su teoría comunista, manteniendo un duro debate con él. Entre estas controversias, en 1847 se celebró un Congreso en la capital británica donde se acordó la fusión del Comité de Correspondencia en la Liga de los Justos, que pasó a denominarse como Liga Comunista. En su seno surgió el encargo a Marx y Engels para el Manifiesto Comunista de 1848.
Eduardo Montagut
Doctor en Historia. Autor de trabajos de investigación en Historia Moderna y Contemporánea, así como de Memoria Histórica.
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