“La sociedad española tiene un gran desconocimiento sobre su memoria colectiva” (II)
Entrevista al historiador Juan Manuel Calvo Gascón, de la asociación Amical de Mauthausen.
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Escritor. Ha publicado varios libros sobre literatura de viajes, investigación en historia local y memoria colectiva contemporánea. Algunos de sus títulos son “Un castillo en la niebla.Tras las huellas del deportado Mariano Carilla Albalá” (sobre la deportación de republicanos españoles a los campos de exterminio nazis), “Las cenizas del sueño eterno. Lanaja, 1936-1948. Guerra, postguerra y represión franquista en el Aragón rural” (sobre la represión franquista), y la novela “El cierzo y las luces” (sobre la Ilustración y el siglo XVIII).
Entrevista al historiador Juan Manuel Calvo Gascón, de la asociación Amical de Mauthausen.
Entrevista al historiador Juan Manuel Calvo Gascón, de la asociación Amical de Mauthausen.
La deriva aparente de la situación política en Catalunya hacia la violencia callejera ha captado la atención de públicos diversos espoleados por los medios de comunicación audiovisuales, siempre atentos a convertir cualquier suceso en espectáculo morboso de masas.
La irrupción de Salvador Illa como cabeza de lista del PSC en las elecciones catalanas de febrero próximo ha alterado radicalmente la previsión de posibles escenarios resultantes de esos comicios, diversificando las opciones de formación de Govern para la siguiente legislatura autonómica catalana. En Catalunya nadie recordaba algo así desde hace mucho tiempo.
La política catalana de los últimos años ha tenido como gran novedad la implosión del espacio de la derecha nacionalista local. Los pedazos resultantes se han centrifugado en poco tiempo hasta cubrir todo el espectro derechista, desde el sector más extremo y radical al “centro moderado y pactista”, es decir desde el fascismo supremacista y racista a la derecha vergonzante y trapichera.
Seguramente coincidirá conmigo en que los intelectuales de izquierdas son una especie en peligro de extinción. ¿Por qué la izquierda ha dejado de pensar?
Entrevista a José Manuel Roca, agitador político y cultural (parte 1)
José Manuel Roca nació en Barcelona hace ya unos cuantos años, vástago de una familia catalana con más pedigree local que la mayoría de las que han alumbrado dirigentes independentistas actuales. Cuando era muy niño su familia se estableció en Madrid, ciudad en la que se educó y ha residido desde entonces. Profesor universitario ya retirado, experto en comunicación política, opinión pública y cinematografía, durante la dictadura y la Transición hizo armas contra el franquismo escribiendo panfletos anónimos y artículos en las revistas de pensamiento de izquierdas. Hoy sigue colaborando asiduamente con cabeceras míticas en papel como El Viejo Topo y Transversales, y otras nuevas, electrónicas, como este El Obrero. Es autor de una decena de libros en solitario y otros tantos en colaboración, con títulos tan sugerentes como La oxidada transición, El proyecto radical. Auge y declive de la izquierda revolucionaria en España (1964-1992), Nación negra. Poder Negro o La reacción conservadora entre otros.
En los últimos tiempos el independentismo catalán, con el ya ex presidente Joaquim Torra a la cabeza, se ha lanzado a tumba abierta a reivindicar la figura de Lluís Companys como mártir antecesor de la Santa Causa “procesista”, culpando a España en general y al Estado español en particular de su asesinato a manos del Régimen franquista.
El runrún de las últimas semanas señala que las próximas elecciones autonómicas catalanas tendrán lugar en el otoño que viene, o como tarde en los primeros meses de 2021.
A poco de la caída del Muro de Berlín y el fin del imperio soviético, la empresa automovilística Mercedes trasladó su planta principal desde Baviera a la vecina Checoslovaquia. Mover la fábrica apenas 20 ó 30 km. disparó los beneficios de la multinacional alemana de modo astronómico, ya que con un nivel de competencia técnica similar a la de sus colegas alemanes los empleados checos percibían sueldos cinco veces inferiores.
En el frontispicio de un periódico liberal de 1823 puede leerse esta frase: “La única ley es la salud del pueblo”. Quienes así pensaban eran liberales y se llamaban Rafael del Riego, Marianita Pineda o Torrijos; liberales que subieron al cadalso precisamente por defender la libertad, la democracia y en definitiva, la salud no solo física (aunque también) del pueblo.
De repente, el Apocalipsis Vivíamos tan felices, entretenidos con nuestras cosas de siempre, las propias del país que llaman España: la corrupción sistémica del PP, los delirios apayasados de los nacionalistas, las ansias de pisar moqueta de los populistas, el anarcodespido y el contrato por minutos como húmedo sueño de la patronal… Pero llegó el coronavirus y mandó parar, como si fuera el Fidel de los viejos tiempos.
ENTREVISTA A ALBERT SOLER BUFÍ, AUTOR DE NOS CANSAMOS DE VIVIR BIEN, EL LIBRO QUE DESTRIPA EL “PROCÉS CATALÁN”
Albert Soler Bufí es periodista, vive en Girona, y desde hace algunos años se ha convertido en el sapo que se desayunan por las mañanas los independentistas catalanes del sector masoquista.
Todo esfuerzo patriótico de aliento histórico suele tener su relator y en ocasiones su bardo, su cantor. Qué habría sido por ejemplo del catalanismo sin un Milà i Fontanals que falsificara el pasado medieval catalán en sus escritos; o de la Cruzada franquista sin un José María Pemán que cantara el genocidio fascista en versos llenos de ardiente fervor nacional. Son solo dos ejemplos espigados a beneficio de inventario.
El espectáculo de miles de adolescentes independentistas incendiando centenares de contenedores, destrozando mobiliario urbano de todo tipo, insultando y agrediendo a los vecinos despavoridos por esas acciones y saqueando tiendas de lujo del centro de Barcelona, ha removido las tripas de la mayoría de ciudadanos de esta urbe, acostumbrados desde hace años a todo tipo de manifestaciones públicas tan masivas como ausentes de violencia, o a que ésta en caso de producirse esté limitada a la acción de grupúsculos marginales.
Recientemente he tenido acceso al manuscrito de las memorias inéditas de Jesús Ulled Altemir por cortesía de su hijo, Jesús Ulled Murrieta. De Jesús Ulled padre ya he escrito aquí en alguna ocasión anterior: de origen aragonés, lerrouxista de primera hora junto a su padre Antonio y sus hermanos Rafael y José y muy activo en la Barcelona que fue llamada la Rosa de Fuego, su carrera política fue tan accidentada como sobresaliente.
El fin del juicio ante el Tribunal Supremo en el que han comparecido los presuntos cabecillas del “procés” nos ha pillado a la mayoría de los catalanes dormitando frente al televisor en el sillón de las siestas veraniegas. La digestión, el calor estival y lo aburrido del espectáculo no daban para más.
Las recientes elecciones generales y municipales han dibujado una recomposición de fuerzas políticas en Barcelona que a pesar del ruido y la furia desatadas altera poco la situación previa, aunque se presta a lecturas diversas.
En 1900, uno de cada dos ciudadanos empadronados en la ciudad de Barcelona tenía al menos un abuelo o abuela nacido en Aragón. Era la consecuencia directa de las sucesivas oleadas de inmigración hacia la capital catalana que comenzaron una vez finalizadas las guerras napoleónicas, y se acentuaron con la primera Exposición Universal barcelonesa (1888). Apenas comenzado el siglo XX se produjo una gran oleada de inmigrantes murcianos, valencianos y sobre todo de nuevo aragoneses, que llegaron a la ciudad para trabajar en las obras del Gran Metro y de la Exposición Universal de 1929. Otra ola menor se produjo en los años treinta, durante la República, y finalmente en los cincuenta y primeros sesenta fueron cientos de miles los andaluces, aragoneses, gallegos, extremeños y castellanos que se establecieron en la urbe barcelonesa y las ciudades de su entorno inmediato.
El “Consell Assessor per a la Transició Nacional” fue un órgano creado por la Generalitat de Catalunya en 2013, según Decreto 113/2013, de 12 de febrero. Su principal objetivo era, presuntamente, asesorar a la Generalitat en el proceso de independencia de Catalunya, que debía culminar con el nacimiento del nuevo Estado tras la celebración de un referéndum de autodeterminación en dicha comunidad autónoma. En la práctica, el Consell se convirtió en un prescriptor de “estructuras de Estado” para la inminente (eso creían ellos) Catalunya independiente.
Una lectura en clave social del secesionismo catalán Se atribuye al político catalanista (y más tarde franquista) Francesc Cambó una frase que vino a grabarse a fuego en el frontispicio de Solidaritat Catalana, aquella coalición electoral que formaron desde los carlistas a los republicanos nacionalistas a principios del siglo XX, que expresaba con precisión la ingenuidad y la mala fe que guiaba los actos de aquellos burgueses: “gracias a Solidaritat Catalana ya no hay patronos ni trabajadores, ¡ahora todos somos catalanes!”. La tosquedad del clasismo que encierra solo fue igualada años después por un ministro de Franco en la inmediata postguerra, cuando declaró: “nosotros (el Régimen franquista) hemos acabado con la lucha de clases en España”. Ingenuidad y mala fe a partes iguales.
La reciente reedición de ¿Qué pasa en Cataluña?, un viejo texto del periodista andaluz Manuel Chaves Nogales (1), ha desvelado el paralelismo existente en lo que se refiere a la llamada “cuestión catalana” entre su época, la Segunda República, y la actual; dos momentos históricos alejados en el calendario por casi un siglo, pero políticamente tan próximos que esa cercanía resulta altamente inquietante. Su autor, olvidado hasta fecha reciente, merece al menos una breve introducción.
La Catalunya real no luce barretina ni tricornio Un interesante artículo publicado en la edición catalana de El País el pasado 9 de noviembre (1) viene a señalar como en la Catalunya actual el ruido y la furia desencadenados por los nacionalistas, sean catalanistas o españolistas, ha conseguido en pocos años silenciar la Catalunya mayoritaria, que no es otra que la Catalunya del trabajo y la brega por la vida, cuya expresión política son las diferentes corrientes de la izquierda organizada.
Las recientes elecciones autonómicas celebradas en Quebec han arrojado resultados impensables unos pocos años atrás. El Partido Quebequés (PQ), que desde hace décadas aglutina al independentismo en esa provincia canadiense, no solo ha continuado retrocediendo como en los últimos años sino que se ha hundido de un modo que presagia su desaparición, al menos bajo la marca y forma organizativa actuales. El independentismo quebequés está al parecer, en crisis total.