El Nilo Azul. Bruce. El regreso. I
- Escrito por Emilio Alonso Sarmiento
- Publicado en Historalia
Tras pasar cuatro días en Ghis, para completar sus observaciones James Bruce regresa Gondar, encontrándose que, durante su ausencia, el país se ha abandonado a la guerra civil. De modo que, como Gulliver entre los liliputienses, se arroja a la refriega con los demás, ayudando a sus amigos en lo que puede. Fue un periodo inestimable: a medida que los meses se iban sumando, pudo observar a los etíopes, más cerca de lo que lo hiciera jamás, cualquiera de sus contemporáneos europeos.
Acometió con gran esmero, el estudio de su historia y, su lista de reyes de Etiopía, es uno de los pocos documentos fiables, de que disponemos sobre el tema. Cuenta que en el lago Tana (nacimiento del Nilo Azul) se pescaba drogando a los peces, con una substancia como la “nux vomica” (remedio homeopático con diversas propiedades), que en dicho lago había 45 islas habitadas, “de creer a los abisinios, que en todo son consumados embusteros”. Bruce opinaba que había 11 islas (El mapa de Cheesman presenta más de 30, aunque muchas son solo peñascos).
Visita las iglesias coptas, pero no le merecen gran estima, los frescos tradicionales etíopes: “un pintarrajo muy inferior, a los peores de nuestros rotulistas”. Menciona el tremendo consumo de buey crudo y ciervo autóctono, así como el temor que albergaba, el corazón de todo hombre, a ser capturado en la batalla y, que lo castraran. Mutilación, ojos arrancados, orejas, narices, manos y pies cortados: tales eran las secuelas de toda batalla, tanto es así que, a la postre, Bruce se vio abocado, a un estado de apatía y desagrado. “Al final apenas salía, lo único que ocupaba mi pensamiento, era como escapar de este sangriento país”. Balugani murió de disentería, Ras Michael cayó en desgracia y, uno tras otro, los cuerpos de sus seguidores, fueron arrojados a la llana cumbre de Gondar, para que los mondaran las hienas.
Durante esos días sombríos, cuando luchar es imposible, los etíopes gustaban de entregarse a fiestas de borrachos. Los invitados se reunían en una choza grande, traían un toro o una vaca bien atados y, con una brutalidad difícil de imaginar, cortaban filetes de la carne viva. “Los espantosos bramidos del animal”, señala Bruce, “son la señal para que la concurrencia, se siente a la mesa”.
Hombre y mujeres toman parte, en la orgía de comida y bebida que se sigue y, a no tardar, todo subirá de tono: “El amor va encendiendo hogueras y, cualquier cosa queda permitida, dentro de la mas absoluta libertad. No hay lugar a la timidez, ni a las dilaciones, ni a la necesidad de citas o de intimidad, para satisfacer los deseos: solo hay una habitación en la cual se consuman a la vez, sacrificios a Baco y a Venus Y, si hemos de juzgar por el ruido, diríase que les da tanta vergüenza hacer el amor en silencio, como comer. De nuevo en sus asientos, la concurrencia bebe a la salud de la feliz pareja. Su ejemplo es seguido en diferentes puntos de la mesa, según dispone cada cual. Y todo ello transcurre sin comentarios ni escándalo, no se pronuncia ni una sola palabra obscena, ni la más remota broma, sobre la transacción en curso”.
Por fin en diciembre de 1771, más de dos años después de que llegara a Etiopía, Bruce recibió permiso para partir. Estaba decidido a no confiar, una vez más, en los bandidos de Massalla en el mar Rojo y, a recorrer en cambio, la larga ruta interior, que desde las montañas descendía a Metemma y, a los desiertos del Sudán, para de allí, por el valle del Nilo, alcanzar El Cairo.
Emprendía la marcha, en unas condiciones sorprendentemente buenas, con tres griegos y una cuadrilla de porteadores, bien provistos de caballos y animales de tiro y, llevando consigo, además del cuadrante y las colecciones, una cadena de oro, que le había regalado la corte, gran cantidad de telas y otros artículos, con los que comprar, a lo largo del camino, la benevolencia de los rapaces caciques locales. Tenía por entonces 41 años y, la dieta de carne cruda y miel, no había menguado un ápice su fortaleza. De bajada a Metemma, se detiene por algún tiempo, para ir a cazar elefantes, pero las tórridas estribaciones de la malaria y, el vacío desierto, estuvieron muy cerca de ser su ruina: enferma de fiebres durante dos meses; algunos de sus compañeros mueren de sed. Concluida la época de lluvias, la mosca tsé-tsé – aciaga para los animales domésticos – hostigaba a cuanto se le ponía por delante y, por si fuera poco, la reducida partida de Bruce, era presa, harto fácil, para los belicosos jeques, que se sucedían a lo largo de la ruta; en más de una ocasión, estuvo a punto de ser asesinado. Finalmente, a últimos de abril de 1772, custro meses después de salir de Gondar, el grupo vadeaba los ríos Rahad y Dinder y, se habría paso hacia Sennar.
Sennar, aunque poco próspera de por sí, estaba en el peor momento del año. La descripción de Bruce es deprimente: “Ningún caballo, mula, asno o bestia de carga de cualquier clase criará, ni siquiera llegará a vivir, ni en Sennar ni en muchas millas a la redonda. Allí no viven aves de corral. Ningún perro, gato, oveja o toro, pueden aguantar una estación. Dos lebreles que traía desde Atbara y, las mulas que venían conmigo desde Abisinia, sobrevivieron sólo algunas semanas”. En cuanto a la temperatura, la calificó de “excepcionalmente cálida”, “cuando las fuerzas flaquean, existe tendencia al desmayo, se nota una presión en las sienes, como si un cordel rodeara la cabeza; cuando la voz se quiebra, la piel se seca y, la cabeza parece más grande y ligera de lo habitual. Sospecho que todo esto anuncia, la proximidad de la muerte…” Por lo visto padeció todos los grados de calor, durante los cuatro meses, de estancia en Sennar.
Estaba la sazón, entre los musulmanes del desierto y, podía confiar, dentro de lo razonable, en hallar una forma de vida más civilizada, que la que había conocido, en la Etiopía cristiana. Pero el decadente imperio de Sennar, difícilmente podía ser un elogio, para el Islam.
Pues eso.
(Continuará.)
Emilio Alonso Sarmiento
Nacido en 1942 en Palma. Licenciado en Historia. Aficionado a la Filosofía y a la Física cuántica. Político, socialista y montañero.