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Fin de la Masonería española tras la guerra de España en el contexto europeo


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Se acerca la fecha en la que recordamos, un año más, la muerte del general Franco. Dictador que tuvo sometida a la sociedad española cerca de cuarenta años y que fue uno de los mayores representantes de la antimasonería española y, por ende, defensor del pensamiento único. Por el contrario, cualquiera que visite los locales del Gran Oriente de Francia, cuna de la masonería continental, en la calle Cadet de París podrá leer “Si no piensas como yo, hermano mío, lejos de ofenderme me enriqueces”, frase que se inspirada en Saint-Exupéry (Carta a un rehén, 1943), recoge el sentido de los masones y masonas de todos los tiempos.

Para saber que es la masonería, nada mejor que acudir a las constituciones de las diferentes obediencias. Por ejemplo, el artículo primero de la Constitución del Gran Oriente de Francia afirma:

La Francmasonería, institución esencialmente filantrópica, filosófica y progresiva, tiene por objeto la búsqueda de la verdad, el estudio de la moral y la práctica de la solidaridad […] La Francmasonería tiene como principios la tolerancia mutua, el respeto a los otros y a uno mismo y la libertad absoluta de conciencia. Considerando que las concepciones metafísicas son del dominio exclusivo de la apreciación individual de sus miembros, rechaza toda afirmación dogmática. Concede una importancia fundamental a la laicidad […]

Y así, iniciarse para las masonas y masones de todos los tiempos no ha sido otra cosa que entrar en una fraternidad, comprometerse con el progreso y evolucionar como ser humano ayudado por un ritual y unos símbolos en un entorno de total libertad de conciencia. En el caso de la masonería española, del tiempo a estudio, no era otro que el Rito Escocés Antiguo y Aceptado (REAA), uno de los más utilizado.

Con el inicio de la guerra de España, las actividades masónicas fueron muy difíciles, quedando limitadas a Madrid y a regiones como Cataluña y Levante que no habían sido tomadas por las fuerzas sublevadas. Las dos grandes obediencias, el Grande Oriente Español (GOE) y la Gran Logia Española (GLE) que durante toda su existencia habían sido rivales, aúnan esfuerzos frente a un enemigo común. Ambas tienen que abandonar su sede en Madrid siguiendo al gobierno, primero a Valencia y después, entre octubre y noviembre de 1937, a Barcelona, donde se mantendrán perfectamente organizadas. Lo mismo lo harán muchos miembros de la masonería que por su condición de diputados, funcionarios, militares o simplemente como refugiados que huyen del horror de la guerra.

La francmasonería española considera que la guerra era entre dos ideologías – dos formas diferentes de entender el mundo-, y se implica políticamente en apoyo al Régimen Republicano, lo que le cuesta una persecución, que desde tiempo de Fernando VII no había recibido, y es obligada a tomar el camino del exilio.

La Gran Logia Regional Centro dependiente del GOE envía una circular con fecha 27 de julio de 1936, en la que afirma:

“La masonería, institución eminentemente humanista y progresiva, se va a mantener siempre al margen total de la política y la religión, ya que estos estorban la práctica de la fraternidad, y deja libertad de elección a sus miembros para pertenecer al partido político que quieran, pero siempre con un común denominador la defensa de la libertad. En aquellos momentos en que España estaba siendo amenazada, no podían faltar los esfuerzos de los masones para defenderla”.

Dos días después de la circular de la GLRC, el GOE invita a las obediencias amigas a trabajar a través de los gobiernos y de sus personas representativas, para lograr la ayuda moral y material a la República en “lucha por la paz, por la justicia y por la libertad de los pueblos”.

La masonería defiende al Frente Popular. Ristori de la Cuadra, Gran Secretario del GOE afirma el 26 de diciembre de 1936 que “los francmasones militamos en los partidos de izquierda única y exclusivamente y, por tanto, la lucha actual nos encuentra de lleno plena y totalmente en el Frente Popular… y nos cabe el orgullo de poder afirmar que más del 75% de los maestros están trabajando de esta manera directa e intensa por la Causa común”.

González Castroverde, Gran Maestre adjunto del GOE viaja a Francia y Bélgica en 1937, como enviado del Gran Consejo para recabar ayuda económica para el Frente Popular. En agosto de 1937, el Gran Maestre de la AMI, solicita “apoyo moral y financiero para la España antifascista”.

En abril de 1937 se difunde el rumor de que la masonería prepara un “Abrazo de Vergara” entre los dos bandos en guerra que el Gran Consejo desmiente en mayo. La masonería española va a recibir la solidaridad de la masonería internacional y entre las personas que ayudan a este fin, caben destacar a Luis Gertsch y Ceferino González Castroverde. Y así:

· La AMI, en agosto de 1936 se dirige a la masonería española para expresarle la fraternidad y simpatía, abriendo una subscripción a favor de “los masones y sus familias, víctimas de la rebelión fascista”.

· El Gran Oriente de Francia, en su asamblea del 21 de septiembre de 1936, adopta por unanimidad una moción en la que después de aludir a la terrible y ensangrentada situación española, se dirige a “sus hermanos españoles, la expresión de su viva simpatía a la defensa de la libertad”.

· Logias y miembros de la masonería de todo el mundo prestará su apoyo a la causa de la masonería española e iniciarán un movimiento de solidaridad y ayuda. No va a ser cuantitativamente importante, debido a la crisis económica que se vive y por la política de no intervención.

El 23 de junio de 1938, el Gran Maestre Lucio Martínez Gil se pone en contacto con el Gran Oriente de Francia expresándole el deseo de mantener una constante relación e intenta explicar la situación de España y su masonería:

“La trágica guerra de invasión que sufrimos (…) y nos comuniquéis cuantas iniciativas y sugerencias estiméis que debemos conocer (…) en beneficio de este sufrido pueblo español, de la Causa en Bien de la libertad y de la Humanidad y de la Familia Masónica Española”

El Gran Maestre y su Gran Secretario, Fernando Martín López, dirigen carta al Gran Canciller de la AMI, con sede en Ginebra:

“Si desde el primer momento se hubiera reconocido al Gobierno republicano las facultades que le otorgaba y le concede el Derecho Internacional y se hubiera considerado a los rebeldes como unos militares sublevados (no son otra cosa), la contienda hubiera terminado pronto, con el triunfo de la Democracia. Esta negativa, que no comprendemos, dio como resultado que la guerra perdure, aun con las consecuencias fatales que se reconocen.

En la zona rebelde […] no hay masones, porque han sido asesinados en su casi totalidad. Unos mediante procesos inventados por los fascistas y otros que amanecían muertos por las carreteras y si alguno no ha sucumbido se encuentra encarcelado. No hay ninguna obra organización […] que haya sido tan perseguida por los militares sublevados como nuestra Orden. Los facciosos no se conforman con asesinar masones, quieren que la Orden desaparezca […].

Contra esta persecución, nosotros estamos dispuestos a luchar. No nos arredra el apoyo que facilitan a nuestros enemigos los Estados de dominio fascista […] Su sistema bárbaro de bombardear poblaciones abiertas, pacíficas, de asesinar a nuestras mujeres y a nuestros niños, su método salvaje de guerrear y la felonía que supone entregar nuestra Patria a países extranjeras, después de haber traído para combatirnos a moros en unión de la hez de la Sociedad que vivimos, no nos arredra. Seguimos la lucha porque no queremos ser un pueblo de esclavos y nosotros los masones que sentimos como nadie las ideas de Libertad, Igualdad, y Fraternidad, tenemos que poner cuanto somos a favor de la Causa de la República para que venza a los militares sublevados a quienes ayudan los déspotas de Italia y Alemania.

Esta guerra que sufrimos fue en su origen una sublevación militar-aristócrata, después, por el apoyo prestado a los insurrectos, se convirtió en guerra civil y ahora es de invasión por los absolutistas citados y de liberación por nuestra parte”.

En julio de 1938 el Supremo Consejo del Grado 33 se adhiere a la propuesta de los “trece Puntos” de Negrín y el día 20 de ese mismo mes, la Vanguardia publica el último documento oficial de la masonería en España. En él, el Supremo Consejo del Grado 33 para España y sus Dependencias manifiesta su apoyo al gobierno de la República. Documento que se hace llegar al Supremo Consejo de Grado 33 de Francia, por el Gran Secretario General de dicho Supremo Consejo. La masonería española comienza a prepararse para el exilio.

Con el fin de la guerra se produce la represión de los miembros de la masonería que son identificados con el régimen republicano y, por tanto, enemigos del nuevo estado franquista. Casi la totalidad sufren la represión de los vencedores, a través principalmente de la ley de Represión de la Masonería y del Comunismo, la Ley de Responsabilidades Políticas y otras leyes que establecen un entramado del que no pueden escapar y que Franco utiliza como elemento ejemplarizante.

Se impone una política de memoria que establece un proceso de cambio y de sustitución. Se elimina el recuerdo del periodo republicano y se impone el propio, en un juego de olvidos y silencios, construyéndose una memoria impuesta desarrollada a partir de la violencia política y una extensa represión. Convirtiéndose los miembros de la masonería en el contramito del franquismo, formando junto a los judíos y los comunistas el “contubernio judeo-masónico-comunista”. Expresión que triunfa en el inconsciente colectivo y les convierte en los responsables de todos los males, actuando como un mecanismo regulador de las tensiones de las facciones del régimen y controlador de la disidencia.

La ley de Represión de la Masonería se convierte en uno más de los actos de una política implacable de aplastar toda oposición. Se constituye el Tribunal de Represión de la Masonería y el Comunismo (TERMC), que no se adscribe a ningún ministerio, emanando directamente de la jefatura del Estado y que funciona hasta 1964, una vez que el Tribunal de Orden Público, creado el 1963, puede hacerse cargo de los delitos de masonería.

El franquismo no sólo combate a los miembros de la Orden, sino que su principal misión es luchar contra sus ideas. Así, se entienden las palabras del gobernador civil de Burgos, el coronel Marcelino Gavilán: Hay que “echar al carajo toda esta monserga de derechos del hombre, humanitarismo, filantropía y demás tópicos masónicos”.

La justicia del franquismo tiene como objetivo, la humillación y el castigo. Rompe con el orden jurídico, desprecia la seguridad jurídica y logra la indefensión absoluta. La jurisdicción militar se adueña de la justicia, instalándose en los tribunales. Se establece una “justicia al revés”, donde los defensores de la República, el régimen legal, son procesados, siendo acusados de alguna de las modalidades del delito de rebelión militar que lleva aparejada la condena que va desde los veinte años y un día a la pena de muerte.

A finales de enero y primero de febrero de 1939, la mayoría de los miembros de la masonería que pueden pasan la frontera francesa. Comienza el exilio.

La masonería francesa mediante un comité de Socorro ayuda al refugio español, entre los que están incluidos los masones y masonas. Muchos pasan por la experiencia de los campos de concentraciones franceses.

En mayo de 1939, se establece la Comisión Representativa de la Familia Masónica Española, organismo formado por las dos grandes obediencias españolas, el GOE y la GLE que representa a la masonería española exiliada en Francia. Sus presidentes son los dos Grandes Maestros Lucio Martínez Gil y José Fernández Armengol. Tiene sede en Paris, en la calle Puteaux número 8 y que por decreto establece que su actuación se centrará en ayudar “a los hermanos exiliados, promover la ayuda material, procurar una solución honorable a la emigración de los masones españoles, la evacuación en otros países, y conseguir su establecimiento en Francia, obtener la protección a los hermanos españoles, confortarles espiritualmente”. Su misión más importante es intentar liberar a los masones de los campos de Argeles, Gurs, Bram, Saint Cyprien, … y la expedición de certificados masónicos para los masones españoles que se embarcaban para América. Uno de sus vicepresidentes es Julio Hernández Ibáñez.

Los principales dirigentes masónicos abandonan Francia en dirección a América, especialmente a México. El gran maestre Lucio Martínez Gil se traslada en junio de 1939 y en los meses siguientes le seguirán multitud de masones, gracias a las expediciones organizadas por los organismos de la República en el exilio (SERE o la JARE) o de forma individual.

La masonería española mantiene su fidelidad al gobierno en el exilio de la Republica de España y no pierden la esperanza de retornar a una España libre y democrática.

Algunos miembros de la masonería que salen al exilio francés: AGUIRRE SÁNCHEZ, Lorenzo, ALMAGRO GRACIA, Aurelio, ALVAREZ ARGUELLES, Avelino, ÁLVAREZ ÁLVAREZ, Ismael, ALVAREZ GARCIA, Enrique, ÁLVAREZ ANGULO, Tomás, ÁLVAREZ ARGÜELLES, Avelino, ÁLVAREZ GARCÍA, Herminio, ANGUIANO MANGADO, Daniel, ARAUZ PALLARDO, Álvaro, ARAUZ PALLARDO, Eugenio, ARCONADA MEDRANO, Heliodoro, ARROYO MERA, Dionisio, ARTIGAS ARPÓN, Benito, BAREA PÉREZ, Enrique, BARRIOBERO HERRÁN, Eduardo, BENLLIURE TUERO, Mariano, CABRERA TOBA, Emilio Antonio, CAMPANO FERNÁNDEZ, Jerónimo, CAPARRÓS GONZÁLEZ, José, CAPARRÓS GONZÁLEZ, Luis, CARRERAS REURA, Francisco, CARRIÓN SOLER, Félix, CASALS MARTÍNEZ, Augusto, CASTRO DE LA TORRE, Antonio, CASTRO TIEDRA, Manuel de, COELLO DE PORTUGAL, José Luis, DUESO LANDAIDA, Julio, ESBRI VIDAL, Vicente, FERNÁNDEZ GABRIEL, Valeriano, FERNÁNDEZ LEZMES, Esteban, FERNÁNDEZ MURIAS, José, FERRÉS SOLVES, Salvador, FOJÓ MÁRQUEZ, Elena, GALARZA GAGO, Ángel, GARCÍA ÁLVAREZ, Enrique, GARCÍA BAONZA, Antonio, GARZÓN BAONZA, Antonio, GIL MARISCAL, Félix, GÓMEZ HIDALGO Y ÁLVAREZ, Francisco, GÓMEZ REDONDO, César, GONZÁLEZ CASTROVERDE, Ceferino, GONZÁLEZ HARO, Ceferino, GRANDA GONZÁLEZ, Ricardo, GIMÉNEZ RAMÓN, Santiago, GREDIAGA VILA, Juan, GUERRA DEL RIO, Rafael, HERNÁNDEZ BARROSO, Mateo, HERNÁNDEZ IBÁÑEZ, Julio, HERRERO PÉREZ, Ramiro, JÓVEN HERNÁNDEZ, Mariano, LAMA-NORIEGA MENDIOLA, Felipe de la, LARRAÑAGA GARCIA, Mariano, LLAGUNES FARRAS, Antonio, LLOPIS FERNANDIZ, Rodolfo, LÓPEZ DE RODAS, Manuel, MARTÍN DE ANTONIO, Francisco, MARTÍN LÓPEZ, Fernando, MARTÍNEZ BARRIO, Diego, MARTÍNEZ SÁNCHEZ, Manuel, MEJORA PAZ, Francisco, MÉNDEZ CARBALLO, Javier, MÉNDEZ LEÓN, Carlos, MÉNDEZ PÉREZ, José, MENÉNDEZ SUÁREZ, Ángel, MONGE RUESCA, Manuel, MONTOYA GARCÍA, Fausto, MORALES CARRASCO, Gaspar, MORENO FERNÁNDEZ, Landelino, MORENO LÓPEZ, Julián, MORENO LÓPEZ, Teófilo, MORENO MATEO, Mariano, MORENO REMACHA, José, MORI SALA, Arturo, MUÑOZ GARCÍA, Gabriel, MUÑOZ MARTÍNEZ, Manuel, ORTEGA Y GASSET, Eduardo, PALACIOS LÓPEZ, Manuel, PÉREZ FERNÁNDEZ DE CASTRO, Santiago, PÉREZ-URRIA PÉREZ, Leandro, POZO RODRÍGUEZ, Amador, POZO RODRÍGUEZ, Pedro, PUJOL MONTSERRAT, Joan, RICO LÓPEZ, Pedro, RODRIGO LAVÍN, Cipriano, RODRÍGUEZ AVECILLA, Ceferino, RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, César, RODRÍGUEZ MENÉNDEZ, Antonio, RODRÍGUEZ MENÉNDEZ, Carlos, RODRÍGUEZ DE VERA Y ROMERO, Romualdo José, RUIZ DEL RÍO, Jesús, RUIZ GARCÍA, Roberto, RUIZAGUIRRE CUADRADO, Jesús, SÁNCHEZ DE LEÓN MAESTRE, Tomás, SÁNCHEZ VILLACAÑAS PÉREZ, Ángel, SANTALÓ SORS, Marcel, SARMIENTO GONZÁLEZ, Ángel, SERRANO CASO, Lorenzo, TALANQUER LÓPEZ, Fabián, TORRENTE FORTUÑO, Vicente, TORRIJOS PINEDA, Fernando, VALERA APARICIO, Fernando, VELASCO GORRALES, Joaquín, VERA FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, Francisco, VICO DE COSPEDAL, Emiliano.

Funcionario del Cuerpo de Gestión de Sistemas e Información de la Administración General del estado. Actualmente destinado en el Ayuntamiento de Madrid como jefe de Unidad en la subdirección general de Comunicaciones del Organismo Autónomo Informática Ayuntamiento de Madrid (IAM). Doctor en Historia e historia del arte y territorio con la tesis “Masonería y Política en Madrid (1900-1939). Miembro del Centro de Estudios históricos de la Masonería Española (CEHME). Miembro del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid. Libros: La quema de conventos de mayo de 1931 en el Madrid republicano. El anticlericalismo de la gasolina y la cerilla. Saarbrücken, Academia Española, 2015, y La masonería madrileña en la primera mitad del siglo XX. Madrid, Sanz y Torres. 2019.